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Mariela Buonomo: BID: Mucho más banco que interamericano

buonomoALAI AMLATINA, 20/03/2209. Montevideo.- Como todos los años tendrá lugar una Asamblea de Gobernadores del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), para discutir la situación de la institución y su marcha futura. Esta asamblea es la máxima autoridad del banco. Allí se encuentran los delegados de los gobiernos de los 48 países miembros. Sus representantes usualmente son los ministros de economía, hacienda o presidentes de los bancos centrales.

Bajo un primer análisis parecería enfrentarse una situación atractiva: el BID sería un banco interamericano, donde los países de la región revisarán su estado financiero y analizarán sus políticas de apoyo. Pero en realidad, casi la mitad de los miembros del BID no son latinoamericanos, y su poder de votación alcanza prácticamente esa misma proporción.

En efecto, del total de 48 países miembros, 26 son latinoamericanos y caribeños, mientras que 22 provienen de otras regiones. Entre ellos se encuentran países industrializados como Estados Unidos, Canadá, Japón, y 16 naciones europeas (Alemania, Austria, Bélgica, Croacia, Dinamarca, Eslovenia, España, Finlandia, Francia, Holanda, Italia, Noruega, Portugal, Reino Unido, Suecia y Suiza). En este grupo también se encuentran Israel, República de Corea y República Popular de China. En otras palabras, casi la mitad de los integrantes del banco no pertenecen a la región.

Si bien el banco encamina sus préstamos y asistencias únicamente a los países de América Latina y el Caribe, las demás naciones participan no sólo brindando apoyo financiero, ya sea en forma de capital integrado como en cuanto a las suscripciones de capital, sino que se benefician de poder participar en los procesos de adquisiciones y contrataciones. Es muy simple, si una empresa italiana desea tener la posibilidad de brindar bienes o servicios en los proyectos financiados por el BID, es indispensable que Italia sea un miembro del banco. A su vez, muchos de esos países han otorgado asistencias sectoriales a ser administradas por el banco, pero que son ejecutadas por empresas o consultores de esos mismos países.

Además de esta particular composición, el poder de votación de cada uno de los gobernadores en el ámbito de la asamblea es diferente. Aquí no se cumple la condición de “un país – un voto”, sino que el poder de votación es directamente proporcional al capital que cada país suscribe al BID. Los países latinoamericanos poseen en total el 50,02% de los votos, mientras que los restantes 22 miembros provenientes de otras regiones, totalizan un 49,98% de los votos. Avanzando un paso más, Estados Unidos tiene el mayor peso, con el 30,007% de los votos. Le siguen, muy por detrás, Argentina y Brasil, que cuentan con el 10, 752% cada uno. Entre los demás países, tanto latinoamericanos como extrarregionales, en ningún caso superan el 7% de poder de votación (según el informe anual del BID - 2007).

El papel de estos gobernadores no es menor, ya que además de evaluar y analizar las operaciones y actividades del Banco, adoptan decisiones de peso en cuanto a las políticas que debe adoptar la institución. Son, en definitiva, los responsables de la supervisión de sus actividades y su administración, aunque en la práctica muchas de estas tareas son delegadas al Directorio Ejecutivo.

El Directorio Ejecutivo se encarga de la supervisión diaria de las operaciones del BID. Tiene a su cargo el establecimiento de las políticas de la institución, la aprobación de los proyectos, la determinación de las tasas de interés a cobrarse por los préstamos, así como la autorización de los empréstitos a realizarse en los mercados de capital. Aprueba, además, el presupuesto administrativo de la institución. Se compone de 14 Directores Ejecutivos elegidos por los gobernadores por períodos de tres años, y por lo tanto los países deben agruparse de manera que un director represente a varios de ellos. Excepto, una vez más, en el caso de Estados Unidos y Canadá, quienes tienen representantes propios designados directamente por sus gobiernos. Además, la asimetría se incrementa en tanto la tradición indica que el vicepresidente del BID siempre provendrá de Washington.

Frente a estas situaciones es válido preguntarse: ¿qué tan “Interamericano” es el BID? La respuesta es dificultosa ya que casi la mitad de los miembros provienen de otras regiones, y obtienen réditos por participar como accionistas, y uno de ellos posee un peso decisivo en la estructura y en las decisiones. De esta manera, el BID se asemeja más a un banco internacional de préstamos, que a una institución interamericana de fomento al desarrollo.

En esta situación también debe reconocerse que los miembros latinoamericanos y caribeños poseen amplios márgenes de maniobra y capacidades de incidencia para encaminar las actividades del banco en otra dirección. Cuentan con una pequeña fracción mayor a la mitad del poder de voto total, y si lograran una coordinación entre todos ellos, podrían promover nuevas estrategias de financiamiento.

Incluso es pertinente considerar qué sucedería si todos los países latinoamericanos bajo gobiernos progresistas o de izquierda, coordinaran sus posturas dentro del BID. Si se logran acuerdos entre Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Paraguay, Rep. Dominicana, Uruguay y Venezuela, se alcanzaría un importante 35,267% de poder de voto. Esto permitiría superar, aunque por poco, la incidencia de Estados Unidos. Incluso pueden explorarse alianzas con China y otras naciones para lograr un cambio en el balance del poder dentro del banco.

Estos son algunos de los desafíos que enfrentan los países latinoamericanos y caribeños frente a este nuevo aniversario del BID: lo que podría presentarse como “su” banco, se ha vuelto cada vez más una institución financiera internacional. De todos modos, si bien las naciones industrializadas cuentan con un peso fundamental en la toma de decisiones, una coordinación latinoamericana, comenzando por los países progresistas, podría desencadenar transformaciones sustantivas.

- Mariela Buonomo es analista en temas de economía y desarrollo sostenible en CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social).

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