30
Sep

Unión de barrios de Quito: EL BARRIO: UNA ESTRUCTURA AUSENTE EN EL DEBATE NACIONAL

Por Hernán Rengifo

Según el discurso tradicional, expresado en la diferentes Constituciones de la República del Ecuador, el Estado tiene cuatro niveles de gobierno: nacional, provincial, cantonal y parroquial.

Sin embargo, antes de que existieran las nociones de Estado, provincia, cantón o parroquia, aparece la noción de vecindario: Es más sencillo pensar en la gente que vive en el terreno o en la casa de al lado, en el mismo camino, calle o a la vuelta de la esquina. A través de la práctica cotidiana y vivencial se va conformando la noción de barrio como el espacio vital más cercano y en el que se ligan las familias en condiciones similares socioeconómicas, culturales y afectivas.

El barrio es la unidad territorial administrativa más pequeña de un país y representa el referente cultural y espacial más próximo a la vida cotidiana de los ciudadanos. En este espacio físico y social se desarrollan las relaciones entre vecinos y las diferentes prácticas histórico-culturales.

El ciudadano se apropia del barrio mediante la elaboración mental de un mapa de lugares y relaciones humanas. La experiencia de apropiarse del espacio barrial está cruzada por la herencia cultural de normas, valores, hábitos y lecturas. La conservación colectiva de los nombres de lugares o el recuerdo de anécdotas y leyendas significan la apropiación del barrio por generaciones venideras. El compartir un proceso de apropiación de manera colectiva genera una identidad grupal que permite pensar y actuar por el bien común.

Los ciudadanos le devuelven el sentido a la vida resistiendo desde las culturas regionales y el ámbito del barrio, los dos igualmente sometidos a proceso de fragmentación y desmovilización, pero desde ellos los movimientos sociales vinculan la lucha por una vida digna, la identidad y la descentralización.

En el barrio se concentran todos los aspectos de la sociedad, la lucha por las necesidades básicas, las crisis económicas o de valores, los desarrollos de la ciencia, la tecnología y el arte. Sin embargo, la participación ciudadana en la política se ha limitado al nombramiento periódico de representantes a las dignidades del Estado.

Los más radicales reformadores de la organización social no han logrado retirar del imaginario colectivo la idea de barrio. Las mismas ordenanzas del sistema de gestión participativa propuestas por el Municipio de Quito, lo toman en consideración. El barrio se ha constituido desde la fundación de las ciudades como la célula importante de la estructura social. En épocas actuales, toma la forma de condominio o ciudadelas privadas, pero la idea de colectividad ciudadana organizada derivada del antiguo barrio no se ha perdido.

Si en América Latina y en Ecuador en particular, más del 70 % de la población vive en las áreas urbanas y la más espontánea forma de organización de la ciudadanía es el barrio, cualquier Revolución Ciudadana se realizará permitiendo la introducción en la Constitución de la República [o ante el nuevo marco constitucional, de las leyes derivadas de ésta] , de un nivel de gobierno barrial que complemente los ya existentes. Estas entidades o consejos barriales pueden agrupar a los diversos actores sociales comunitarios para facilitar la concientización y la participación democrática en las grandes decisiones sociales [locales y nacionales, como núcleo de un sistema de elecciones primarias, por ejemplo, entre otros muchos proyectos posibles en un entorno barrial].

30
Sep

Juan J. Paz y Miño: Futuro Constitucional

Este artículo fue escrito antes del día señalado para el referéndum, de manera que al publicarse ya se sabrán los resultados del pronunciamiento nacional.


Cabe recordar, por tanto, que el proceso constituyente que ha vivido el Ecuador no se redujo al pronunciamiento favorable o contrario a una nueva Constitución, sino que, desde una perspectiva histórica, es el resultado de un proceso más amplio en el tiempo.


En efecto, cuando en 1979 se inició el gobierno de Jaime Roldós (1979-1981) y la vigencia de la Constitución aprobada en referéndum en 1978, las tendencias prevalecientes en la sociedad ecuatoriana fueron las del reformismo democrático. Sin embargo, pese al “izquierdismo” del gobierno de Osvaldo Hurtado (1981-1984) en aquella época (los empresarios le atacaban como “comunista”), la crisis económica y de la deuda externa obligó a los primeros giros “neoliberales”.


Pero fue a partir de León Febres Cordero (1984-1988) cuando el reformismo democrático revirtió. Bajo la hegemonía política del socialcristianismo, la economía pasó a orientarse por los intereses del alto empresariado y de las cámaras de la producción. Se implantaron el autoritarismo, la represión y la ausencia de democracia.


La consolidación del modelo empresarial de desarrollo, si bien fue temporalmente afectada por el reformista gobierno de Rodrigo Borja (1988-1992), revivió con Sixto Durán Ballén (1992-1996). Luego, entre 1996 y 2006, la caótica institucionalidad gubernamental, con siete gobiernos (tres electos y luego derrocados) y un efímero triunvirato dictatorial, acompañó a la continuidad de la construcción del modelo empresarial, que benefició a una elite y perjudicó a la mayoría nacional.


Por consecuencia, en los últimos veinticinco años el país se polarizó, pues se edificó una economía injusta y excluyente (Ecuador pasó a ser uno de los más inequitativos del mundo) y los partidos políticos se alejaron de sus responsabilidades sociales. Esto es lo que provocó la acumulación de fuerzas populares adversas y resistentes, que desde el levantamiento indígena de 1990 han venido afirmándose.


El triunfo del SI, da continuidad a este proceso de lucha social contemporánea, que en el futuro tendrá que enfrentar mayores polarizaciones por quienes se alistarán para evitar que un nuevo tipo de Estado se imponga sobre sus intereses privados. Y suponiendo que el NO hubiera triunfado (algo improbable), ello también marcará un momento de agudización de las confrontaciones por el poder, pues las viejas elites oligárquico-capitalistas buscarán arremeter contra toda reforma y contra quienes las han impulsado y apoyado. Su arrogancia autoritaria retornará aún con el triunfo del SI, pues no cederán “fácilmente” sus privilegios.


Como siempre lo han demostrado otras épocas históricas de flujos y reflujos sociales, solo la organización, la activa presencia popular y la lucha constante por nuestros valores y derechos, serán los mecanismos nacionales para frenar e impedir el totalitarismo de ese “Estado empresarial” criollo, ya vivido en el pasado reciente.

26
Sep

Jaime Nebot: "El fraude se hace en la mesa"...

Cursillo rápido para engañar, cometer fraude, coordinar marchas de pelucones con carros viejos, impartido por un especialista en el ramo, al que lo único que le importa es su miserable pellejo.

25
Sep

Jaime Galarza Zavala: ¡La cabeza del obispo!


Escritor, Premio Eugenio Espejo 2007

No, por favor. No estamos pidiendo la cabeza del Arzobispo de Guayaquil, el sacerdote español Antonio Arregui, por mucho que haya iniciado la guerra religiosa so pretexto de combatir la nueva Constitución, mañosamente calificada de anticristiana y abortista.

Lo que queremos es demostrar que el Arzobispo crucifica la verdad histórica cuando afirma que a lo largo de dos mil años la Iglesia Católica solamente se ha preocupado del bienestar de la humanidad.

No pretendemos ahora referirnos a todos los tenebrosos capítulos de esta historia, en que la Iglesia fue protagonista principal. Recordaremos tan sólo uno en que todo un pueblo se alzó y exigió la cabeza de su obispo.

Era el 5 de Agosto de 1949. Ese día, en horas de la tarde se convulsionó la tierra con fuerza destructora en la Provincia de Tungurahua. Cayeron casas y templos, colapsaron poblados enteros,  puentes y caminos. La contabilidad era de espanto: cinco mil muertos, veinte mil heridos, cien mil damnificados.

“De Obispo del Terremoto se transformó en Arzobispo de los negociados petroleros”

Fue tal el impacto mundial de esta catástrofe, que enseguida se puso en acción la solidaridad mundial. La ayuda llovió desde el cielo: numerosos aviones aterrizaron en Quito con alimentos, ropa, cobijas, vajillas, medicinas, herramientas, sanitarios. Para manejar el generoso aporte internacional el Presidente Galo Plaza constituyó una así llamada Junta de Reconstrucción, a cuya cabeza puso al Obispo de Ambato, Bernardino Echeverría.

Los damnificados se agolpaban en casuchas de estera y en improvisados  tugurios. La famosa ayuda no llegó nunca hasta ellos, pero por las noches flotas de “carros fantasmas”, como los bautizó la gente, entraban a las bodegas de la Junta de Reconstrucción y salían cargados
del preciado tesoro con rumbo desconocido.

El Alcalde socialista de Ambato, Neptalí Sancho, hombre de raigambre popular, convocó una movilización de protesta, que resultó gigantesca: la Marcha de la Sanción, en la que participamos. Esa noche, multitudes iracundas, blandían amenazantes antorchas. De pronto partió el aire una consigna espontánea que se volvió clamor: “¡La cabeza del Obispo, la cabeza del Obispo!”

A tal punto llegó el ánimo justiciero que la masa, tan católica, quería decapitar al Obispo Bernardino Echeverría.

Pasó el tiempo. Ya sin autoridad entre los feligreses de su Curia, el Presidente interino Otto Arosemena Gómez (1967/68), juntando fuerzas con la oligarquía de Guayaquil logró sacarlo del pantano y consiguió que el Papa le designara Arzobispo de Guayaquil.

De Obispo del Terremoto -como le motejaron los ambateños- se transformó en Arzobispo de los negociados petroleros, aplaudiendo y bendiciendo los contratos turbios del Caso ADA, para el gas del Golfo, y la decena de “Contratos Modelo” para el saqueo de la Amazonía, en todos los cuales fulguró y se apagó vergonzosamente la estrella  política de Otto Arosemena.

Por lo demás, entre misas y cocteles, Bernardino Echeverría apuró suculentos negocios a favor de la Curia porteña, como fue la construcción del Gran Hotel Guayaquil, cuya venta perfeccionó su sucesor, Antonio Arregui, el Arzobispo del Opus Dei y nuevo prócer de  Pelucolandia...

24
Sep

Alfredo Vera: Dulce Agonía

Alfredo Vera.- Quito, Septiembre 23, 2008.-

Hasta los oligárquicos pájaros agoreros del desastre admiten que el SI alcanzará una victoria inobjetable que pondrá al Ecuador en el camino de la Revolución Ciudadana.

Lo correcto, si tuvieran, por ética y por el mayor de los sentidos: el común, fuese que los adversarios se aprestaran a terminar sus días en medio de una serena, tranquila, sosegada y dulce agonía.

Lo civilizado y lo democrático es allanarse con resignación y tolerancia a la derrota, sin desatar la soberbia, ni permitir que las poses histéricas los hagan caer en el más oprobioso ridículo.

Los derechosos opositores a la Revolución Ciudadana hicieron hasta lo imposible para tratar de impedir el deceso de su causa usando todas las armas, desde la pesada artillería de algunos de los obispos predicando campalmente, sin argumentos y con falsedades, contra la nueva Constitución, anunciando el Apocalipsis hasta las rabietas de los retoños de los pelucones provocadores en la Universidad Católica de Guayaquil y las amenazas del líder cantonal, Nebot (el recordado por el lleve de la Perimetral) y el show mediático de Roldós que revela su verdadera identidad política, todo lo cual fue cayendo de fracaso en fracaso.

Dio ternura ver al pequeño Carlos Vera autorganizándose un sentimental homenaje alcurnioso, para reunir a la peluconada en un prestigioso y lujoso espacio, en un tardío manotón, típico reconocimiento póstumo, recibiendo la extrema unción pera el Comité Central de los derrotados, en cuya primera línea constan los otros pequeños Jorge Ortiz y Emilio Palacio y ese costal de amargura rencorosa, Alfredo Pinoargote.

Las peregrinaciones, las catequesis, las vulgaridades por Internet, los exorcismos, las brujerías, las encuestas falsetas y todas esas malas prácticas politiqueras, se convirtieron en simples pompas de jabón porque la chusmática plebe, el verdadero pueblo ciudadano, hace fuuu que escogió su camino, conducido por si líder Correa, para construir un sueño, como el que vaticinó el Ché Guevara, cuando dijo un célebre pensamiento, que hoy se vuelve más auténtico que nunca:

“Y si dijera que somos casi unos románticos, que somos unos idealistas insistentes, que estaremos pensando en cosas imposibles: nosotros les tenemos que contestar una y mil veces que sí, que sí se puede.”

23
Sep

Juan Paz y Miño: Democratizar la riqueza

La conquista española en el siglo XVI inició un largo proceso de apropiación de tierras, sobre la toma de aquellas que estuvieron en manos de las culturas aborígenes. Esa apropiación continuó durante la época colonial, de manera que es en ésta donde surge una clase criolla terrateniente.

La independencia, si bien provocó un cambio político trascendental que logró terminar con el coloniaje y dar origen a la formación del Estado Nacional ecuatoriano, prácticamente no alteró el régimen agrario. En consecuencia, durante el siglo XIX republicano se fortaleció la clase terrateniente, dueña de haciendas en la Sierra y en la Costa, concentradora de la propiedad privada. Esa propiedad fue garantizada por las Constituciones del siglo XIX, incluidas las liberales de 1896 y 1906. En contraste, la población indígena, campesina y montubia se mantuvo sujeta a los hacendados, en condiciones de dependencia personal, endeudamiento y explotación, derivadas de las formas de trabajo coloniales.

Esa situación dividió al Ecuador entre una elite rica y una enorme mayoría pobre. Como en el país no hubo revolución industrial y como las primeras manufacturas e industrias comenzaron a aparecer a comienzos del siglo XX, junto a los terratenientes-hacendados aparecieron grandes comerciantes y desde mediados del siglo XIX, poderosos banqueros. Hacendados, comerciantes y banqueros integraron la oligarquía dominante del siglo XIX, concentradora de la riqueza, los medios de producción y el poder político.

Solo en el siglo XX crecieron las formas capitalistas en el Ecuador. Sin embargo, la industrialización masiva recién ocurrió en las décadas de los sesenta y setenta, gracias a la activa participación del Estado en la economía y a la realización de la reforma agraria (1964). Junto a los “modernos” empresarios aparecieron otros sectores capitalistas. Con todos ellos se configuró el sector económico dominante de la actualidad, concentrador creciente de la riqueza y con directa hegemonía en el Estado.

El empresariado ecuatoriano, en parte nacido del sistema oligárquico-terrateniente, heredó muchos de los valores económicos del pasado: vínculos matrimoniales, rentismo, acumulación a costa del Estado y la sociedad, explotación a los trabajadores, concentración absoluta de capitales y medios de producción.

En los últimos veinticinco años, a consecuencia del fortalecimiento del modelo empresarial-neoliberal de desarrollo, se agudizó la concentración de la riqueza y de los medios de producción, a costa del conjunto de la población, pasando a ser el Ecuador uno de los primeros países más inequitativos del mundo.

Es bajo esta perspectiva histórica que deben comprenderse los artículos de la nueva Constitución, que hablan sobre la función social de la propiedad, la necesaria redistribución de la riqueza y la democratización de los medios de producción. Y son estos principios igualitarios los que indudablemente asustan a ese reducido sector de poderosos grupos económicos del Ecuador, interesados en que aborte el proceso constituyente del país.

Publicado en El Telégrafo
Primer Diario Público
Ecuador, lunes 22 de septiembre de 2008

18
Sep

REMIX HISTÓRICO: Alfaro, el clero y la Revolución Ciudadana

Moneda

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Luis Alberto Mendieta.

La iglesia no hace los honores a la máxima bíblica que recomienda “No mirar la paja en ojo ajeno”, cuando rasga sus vestiduras y se escandaliza por el reconocimiento de derechos y deberes a las personas con tendencias sexuales homosexuales (más allá de cualquier cuestionamiento moral de la sociedad en su conjunto, que es harina de otro costal). Como decía, se escandaliza, cuando dentro de casa tiene graves problemas que solucionar: es imperioso que se concentre en mirar la viga en ojo propio.

Pero la más grave, de las muchas contradicciones del clero, es la histórica.

¿Es que acaso ya nadie recuerda desde dónde se llamó a la insurrección en 1912, año de la muerte del Viejo Luchador? ¡Desde el púlpito! Un colombiano tuvo que cantar al héroe, a falta de un compatriota que lanzara al viento la verdad de aquella masacre. ¿Leit Motiv? Alfaro terminó con las prebendas clericales de entonces:

  1. Estableció la igualdad ante la Ley. ¡Abominación para los “patricios” de entonces!
  2. Separó la Iglesia del Estado. ¡Adiós al control sobre diversas dependencias gubernamentales!
  3. Permitió la libertad de cultos. ¡Miles de “clientes” se les fueron de las manos!
  4. Instituyó la educación laica. Adoctrinamiento y pesetas dejaron de llenar sus gordas arcas.
  5. Expulsó a los jesuitas y sus bienes se transfirieron a la Beneficencia Pública.

La historia se repite, es cíclica, como debate la Filosofía. Al finalizar el siglo 19, medidas como las enumeradas (apenas un manojo del grueso de resoluciones tomadas por la Revolución Liberal) eran vistas como una aberración, o como una “picardía de los liberales y de Alfaro” para la sociedad de entonces. Se los acusó de herejes, se los excomulgó.

Y es que había muchos intereses de por medio. La iglesia estaba perdiendo cuantiosos bienes y muchísimo poder. Desde el púlpito, junto con el partido opositor y varios traidores (nunca faltan a su cita con la historia), sólo estuvieron en paz cuando acabaron con su más mortal enemigo, matándolo más tarde, y aunque se aferraron a toda clase de estratagemas para confundir a las masas, estas alcanzaron a entender que los cambios mejorarían su vida.

Hay un error al pensar que fue Alfaro el único enemigo que tuvieron. Don Eloy fue el líder que impulsó y logró cambios que venían gestándose desde tiempo atrás, pero el inmediatismo humano no alcanza a visibilizar desde una panorámica más alta, que necesitó de compañeros de lucha, de soldados, de multitudes que pensaran como él. La Revolución Liberal no fue sólo de Alfaro: Fue de un país en busca de su liberación: mestizos, indios, negros y montubios tumbando a costa de sus vidas el muro de la vergüenza de su raza, de su indolencia, agazapadas en sus mentes, que oprimían más que sus verdugos porque maniataban. Eso fue, en el fondo, la Revolución Liberal para quienes murieron por ella y para sus doctrinarios. Sin todos ellos, no estaríamos hablando ahora de tal revolución.

Pero la tendencia humana es olvidar la esencia de las cosas, y más aún cuando conviene hacerlo.

Luego se sucedieron gobiernos que lentamente pero con paso regular, han ido restituyendo prebendas a una iglesia que no recuerda los preceptos de su principal Pastor.

Valga el cura Flores, como una sola muestra (precisa en todos sentidos, eso sí) de la descomposición visceral del clero.

Pero para terminar, es imprescindible mirarnos desde atrás.

Al igual que en época de Alfaro, la Revolución no perteneció a un solo hombre y hoy ocurre igual: La Revolución Ciudadana es producto de la lucha de los Forajidos, es un proceso colectivo que todos los actores contemporáneos estamos construyendo, y su éxito depende de nosotros, no del gobierno de turno, que tiene necesidad de ajustarse al proceso, o quedarse atrás con sus a ratos oscuros e incomprensibles intereses, porque el tren de la historia seguirá su camino con o sin ellos.

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