26
Sep

MICROQUITO 2: “UN PIEDRAZO A LA CULTURA”

trofeo_microquitoReconozco que esta crítica es extemporánea en el sentido de que el muerto ya está frío, al menos el del 2011, pero el año entrante tendremos un cadáver nuevo, al parecer NADA exquisito, así que procedo a realizar mi crítica sobre el tan comentado caso del concurso Microquito, lleno de folclorismos, tal como TODO lo nuestro, y empezaré por el final.

El organizador, o al menos uno de ellos, un señor Sebastián Trujillo, a quien no tengo el gusto de conocer, empezó su discurso la noche de la premiación del concurso en el Mercado Iñaquito, anunciando que acababa de darle un piedrazo a la cultura de Quito.

Dicho así, tanto el escenario como la frase lucen bastante mal en la imaginación, porque para empezar si hablamos de mercados, a cualquiera le vienen a la mente puestos de fruta, ceviches y caldo de bagre. Si además añadimos la desafortunada frase, el conjunto luce como una sopa de letras con hueso de chancho y canguil.

A lo que se refería el señor Trujillo es al simbólico trofeo compuesto por una piedra de coloritos firmemente empotrada en un marco de madera recubierta de barniz: ese era el piedrazo a la cultura, según los organizadores.

Más allá de que todos tenemos derecho a equivocarnos y aprendemos a diario, equivocarse dos veces ya empieza a ser de mal gusto, en especial en la selección del jurado.

Porque escuchar al jurado fue la guinda del milksheik: ¡hablaban de volúmenes como economistas! Se sugería que contaban las ideas paridas por ecuatorianos y extranjeros como quien cuenta facturas. ¡Viva la Estadística! ¡Viva el cachondeo y la sal quiteña! ¡Nada que ver con el Arte, lo que contaba es reírse a carcajadas, tanto en el mercado como en la reposada lectura que se supone debieron realizar!

En Quito se escribe más de lo que al parecer muchos imaginan, porque elegir como miembros de un jurado que debe decidir sobre letras, a un cantante y una teatrera, con el debido respeto a ambos oficios y a las dignas personas designadas, es como contratar a un plomero para que construya a Pinocho: ¡zapatero a tus zapatos! El plomero hará su mejor esfuerzo, pero al final el resultado no será el esperado. Y la verdad no tengo idea de lo que se esperaba de este concurso, que al ser patrocinado por el Cabildo, REPRESENTA a Quito, no a sus organizadores, ni a sus filosofías y creencias particulares, ya sea que haya habido o no dinero de nosotros, los mandantes.

¿No es ya hora de que se mire a la Literatura con un poco de consideración? ¿Es justo que se mire este oficio como otro espectáculo de tecnocumbia o fútbol? ¿Circo para el populacho? Señor alcalde: ¿es esto tomar la cultura en serio? ¿Cómo es posible que un socialista mire a la cultura como a un mero accesorio, consciente de que define el imaginario de TODO un pueblo?

Como puede verse, por desgracia Quito recibió un sonoro piedrazo “cultural” en plena cabeza.

Va la presente, con respetuosa franqueza de parte de un vecino suyo, dirigida a los organizadores del concurso Microquito como una crítica constructiva, conocedor de que la naturaleza humana es aprender hasta el último minuto de nuestra existencia, pero con el afán de corregir siempre.

 

Atento saludo,

 

Luis Alberto Mendieta

1
Jun

La Gloria

Por Luis Alberto Mendieta

 

La gloria, hermano… La gloria. ¡Pero mala novia sería, si llega sin un enorme arcón de ducados, florines,  lustrosas doblas y doblones de oro! Eso o la muerte. Para ti Hernando, y para mí, creo que la vida viene a ser el elevarnos por encima del resto, de perpetuar nuestro nombre en las voces de miles de gentes que aún no nacen siquiera. La gente… Maldita chusma, que todo lo mide con la vara del oro. Maldito vulgo, que mira fascinado correr la sangre y aplaude rabiosamente la muerte como si fuera un espectáculo. La gloria es lo único que me aleja de tanta podredumbre. Y la tendré, por vida mía o la de quien se me atraviese: ¡Por ésta te lo juro hermano, como que me llamo Francisco!

 

21
Ago

Zapatos de papel maché

Por Luis Alberto Mendieta

Todo lo aprendí en el curso de manualidades. Sus manos sabias hicieron con papel y ante mis ojos, primores de birlibirloque, pintados lindamente con témperas y pastel. Fue ella la que me enseñó a hacer zapatos de papel maché.

A falta de algo mejor en qué ocuparme, pasé semanas aprendiendo sus habilidades, contemplándola trabajar por mirar sus manos, que estimulaban eróticas fantasías en mí.

Eran manos sensuales, de uñas largas y limpias, con rechonchos hoyuelitos al final de cada dedo sabio y lujurioso, confabulados todos ellos en apretar y acariciar hasta el éxtasis.

Luego de haber satisfecho con ella mi antojo, empecé a tomarle afecto, pero su mirada oscura cometió una tarde el error de posarse en los ojos de un estudiante nuevo, y loco de furia, en lugar de asesinarla, decidí hacerle algo peor, confirmando que en el fondo, este mundo es de papel.

De papel el oro con que compré conciencias en la Corte de Justicia, para vivir con fasto luego de que se largó de mi vida de papel, cuando le gané el juicio por plagio que encolerizada por mi descaro interpuso un día. Gracias a ello me hice rico, todo el mundo lo sabe, si… ¡Y qué!

De papel su corazón como veleta, de papel las letras con las que la enamoré. De papel mi corazón adolorido por ella y por vanos remordimientos, pues finalmente el muy cínico endureció en grueso caparazón de papeles verdes, agasajando al instinto con buen vino y mujeres hermosas, hasta que la billetera se vació, cuando la novedad de los zapatos se convirtió en vulgaridad, malditos caprichos de la moda.

Aún conservo el modelo hecho por ella, el que me hizo rico. Eran rojos, con hebilla dorada a marcador, francamente magníficos: Causaron sensación en las calles, sobre todo entre las jovencitas, que en los almacenes se tiraban histéricamente de los cabellos en su lucha por hacerse con un par, cuando la percha empezaba a vaciarse. Los viejos tardaron un poco, pero igualmente acabaron rindiéndose ante la moda.

Fue así como logré tomar venganza: haciendo que todo el mundo, al menos durante aquel verano, la obligara a recordarme, aunque sea como al ladrón que se hizo rico vendiendo sus zapatos de papel maché.

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