22
Jul

LA POLÍTICA MEDIÁTICA DE LA “VICTIMIZACIÓN”, por Alberto Maldonado

Alberto Maldonado S.

Periodista – Ecuador

 

Especial para Cuadernos en el tiempo nuevo.

Ramiro Mantilla. Editor.

 

El Comercio (el principal diario sipiano del Ecuador) trae, en su edición dominguera (julio 16/2011) una página entera dedicada a cuatro periodistas estrella que, según el periódico capitalino, han tenido que salir de sus medios por presiones del ejecutivo (Gobierno) Pienso que, de esa manera, el diario pretende “comprobar” que en Ecuador, bajo el gobierno de Rafael Correa, no hay  ni se respeta la tan mentada libertad de prensa.

 

¿Tiene algún signo de verdad esa afirmación? Para la gran prensa ecuatoriana (impresa, radial y televisada) es un hecho que no admite discusión Efectivamente, los cuatro actores (Carlos Vera, Jorge Ortiz, Juan Carlos Calderón y Emilio Palacio) han tenido que abandonar “sus” respectivas empresas (Televistazo-Canal 8 de Quito, Teleamazonas- Canal 4-Quito, diario Expreso-Guayaquil y El Universo de la misma ciudad de Guayaquil, respectivamente)  y los cuatro han tenido un lugar común: el haberse alineado como los porta estandárteres de la oposición mediática ante el Gobierno de Rafael Correa. Sin duda, es hasta de sentido común, que el Gobierno haya sentido algún alivio cuando los cuatro dejaron sus púlpitos antigubernamentales, en sus respectivos tiempos. Pero, de ahí, a afirmar que son cuatro casos emblemáticos de una actitud contraria a la libertad de expresión, ciertamente que hay un abismo.

 

Quizá unos cortos comentarios de los cuatro casos nos lleven a mejores conclusiones, de lo que trato de decir y de asegurar. Me anticipo y reitero: en estos análisis tengo nada personal en contra de los cuatro periodistas; es más, con algunos de ellos guardo una especial consideración personal. Tampoco admito que tenga algo que ver, o deba algún favor, al actual Gobierno de Correa. Dicho lo cual, paso a este ligero ensayo.

 

Don Carlos Vera es, desde hace años, un mediano empresario (o ejecutivo, no sé) de medios de comunicación propios. No se le puede encasillar en el nivel de un simple periodista al servicio de una empresa (Canal 8-Quito) También, desde hace años, ha demostrado sus particulares puntos de vista ideológico-políticos. Y (desde mis particulares puntos de vista) Carlos Vera está alineado con la derecha política; yo diría, con la ultra derecha ecuatoriana, desde hace rato. Otra cosa es que, en sus propuestas políticas, haya tenido el suficiente respaldo ciudadano. Recordemos que, hace poco, Vera propuso la remoción del propio Presidente Rafael Correa, mediante el recurso constitucional de la revocatoria del mandato. Su propuesta se empantanó; y muchos aseguran que Vera estuvo lejos de reunir el número de firmas de ciudadanos debidamente empadronados, que patrocinaran esta demanda constitucional

 

Con un cariz más profesional que Vera, Jorge Ortiz ha sido un cuestionador permanente del actual Gobierno. Quizá él cometió el error de considerar que, porque los dueños del Canal 4-Teleamezonas, se habían declarado enemigos irreconciliables del actual Gobierno, tenía luz verde para dar rienda suelta a sus críticas y cuestionamientos. En un momento determinado, Jorge Ortiz resultó “un estorbo” para los propósitos de compra-venta del canal, según lo determina la actual Constitución, ya que prohíbe que los banqueros puedan seguir de propietarios de grandes medios de comunicación. Y todo el mundo sabía que el Banco Pichincha era el socio mayoritario del Canal 4-Quito

 

Juan Carlos Calderón, en cambio, es un joven periodista profesional que se ha especializado en los capítulos de investigación y periodismo interpretativo. Como tal, descubrió, en el diario Expreso, que el hermano mayor del Presidente (Fabricio Correa) como empresario de construcción de obras públicas, había conseguido contratos por unos 80 millones de dólares. Hasta aquí, todo aceptable en un periodista investigador. Solo que después, mucho después, Calderón, con otro escribiente, de apellido Zurita, publicaron un libro (titulado El Gran Hermano) y en él, asumieron como propias las versiones que han sido reiteradamente rechazadas por el Presidente Rafael Correa; entre ellas, que si conocía que su hermano mayor se valía de  su parentesco con el Jefe de Estado para conseguir tales contratos. Hay una demanda por este asunto (propuesta por el Presidente) pero, diario Expreso y Calderón resolvieron dar por terminada su relación laboral, de mutuo acuerdo. Hoy, Juan Carlos Calderón dirige la revista Vanguardia que, hasta hace poco, el colombiano-ecuatoriano, Omar Ospina, fue su director; y como tal, ensayó sus dardos contra Correa.

 

El caso más sonado es el del Sr. Emilio Palacio, un  ensayista de opinión que, desde las columnas del diario El Universo de Guayaquil, ha mantenido una línea de absoluta oposición al actual Gobierno, línea política que es también del periódico, desde hace años. Por supuesto, tanto El Universo como el señor Palacio tenían pleno derecho a oponerse al actual Gobierno y a su Revolución Ciudadana. A lo que tenían ningún derecho es a utilizar su columna para sostener cualquier acusación. Y la última fue que, a futuro, Rafael Correa tendría que responder criminalmente por haber ordenado que fuerzas militares dispararan contra indefensos pacientes del hospital policial, en el no menos famoso 30 de septiembre del 2010. Esta aseveración le valió a Correa para presentar una demanda penal-civil, contra Palacio y tres de los personeros de ese medio de comunicación (los hermanos Pérez Barriga y el señor Pérez Lapenti, herederos y administradores actuales de El Universo)

 

Al margen de que el Juez de Delitos Penales (Juan Paredes) acaba de darle la razón al Presidente Correa (los inculpados están sentenciados a 3 años de prisión correccional y a 40 millones de dólares) los cuatro casos no pueden ser mezclados; peor, mucho peor, señalados como emblemáticos de que el Gobierno actual los ha perseguido y ha logrado que salgan de sus puestos de trabajo. Con ellos (según mi criterio) se ha operado la vieja sentencia popular de que el “diablo paga mal a sus devotos”

 

Me explico: De lo que se sabe, Carlos Vera se separó de Canal 8-Quito por su propia voluntad y para dedicarse de lleno a su labor política de ultra derecha. Estaba en su derecho. Y consideró que para tener entera libertad de acción, debía separarse de la empresa comunicacional.

 

Quizá, el caso más dramático es el de Jorge Ortiz y Teleamazonas (Canal 4-Quito) Mientras fue su vocero de opinión y de información, fue leal a sus principios y a la línea política del medio. El problema surgió cuando –de acuerdo a la actual Constitución-el dueño del Banco Pichincha (Fidel Egas) debía vender sus acciones del referido Canal. Y para los oferentes (un empresario peruano) Ortiz resultaba una piedra en el zapato de la transacción. Naturalmente, la cuerda se rompió por el lado más flaco; y Jorge Ortiz pasó a la desocupación. No conozco si le pagaron alguna indemnización; pero Ortiz supo, por lo menos, dar una lección de bon homía, tan olvidada en estos tiempos.

 

Del caso Juan Carlos se conoce poco. De un periodista estrella de diario Expreso, apareció de pronto como Director de la revista Vanguardia. Pero no se ha sabido que el Gobierno haya ejercido alguna presión para su separación de Expreso, ya que pasó a director de un medio que ha sido (¿sigue siendo?) más virulento que el periódico.

 

De Don Emilio Palacio, en cambio, se van descubriendo actitudes y antecedentes. Hace pocos años se identificaba como un “troskista radical” y censor y crítico del movimiento sindical ecuatoriano. No es un periodista profesional sino un “sociólogo” (si es que es) que encontró en El Universo, un cobijo y un campo de acción propicio a sus reales propósitos. Como suele ocurrir en estos casos (sino, que le consulten al exguerrillero Teodoro Petkof y su feroz oposición a Hugo Chávez y la Revolución Bolivariana) resultó ser más papista que el papa. Le fue muy bien, en principio, ya que no solamente llegó a ser un  “periodista de opinión” de absoluta confianza de  El Universo sino a apreciables aumentos salariales: de 4.000 dólares mensuales, últimamente pasó a 10.000 mensuales. Pero, al parecer, esta vez le salió el tiro por la culata. Metió a los herederos de Carlos Pérez Perasso (que fue director de El Universo y un hombre de mentalidad abierta) y se negó a una rectificación de sus afirmaciones. Pretendió pasarse de vivo al renunciar a su cargo de editor de opinión (¿renuncia con piola?) y propuso  que el propio Presidente redacte la disculpa que exigía para retirar la acusación (y por lo tanto, dejar en nada el juicio), lo cual fue considerado como un agravio al sentido común.

 

Tenaz es el término que mejor refleja la actitud poco menos que fundamentalista que han reflejado los medios que se identifican con el sistema imperante y que yo los considero “sipianos” (de la SIP-CIA) No hay día en que estos medios (impresos, radiales y televisivos) no critiquen y “denuncien” al Gobierno de la “Revolución Ciudadana” El Comercio de Quito, siguiendo sus mejores tradiciones (José Peralta los denuncia como uno de los inspiradores y promotores del asesinato y arrastre de los Alfaro (1912) que introdujeron en este país, la revolución liberal) no descansa en ese afán de encontrar “todo mal” Y para este medio comunicacional tienen mucho más valor las voces disonantes antes que las mayorías democráticas. Tienen más voz los voceros o abogados  de los defensores de la “democracia y la libertad” que son dos términos que ellos suelen proclamarse dueños absolutos.

 

Es la aplicación de la política retrógrada que es implementada por los medios masivos de comunicación del sistema contra todo gobierno, por más tibio que sea, pero que plantee reformas que toquen los privilegios de las oligarquías criollas; oligarquías que han estado muy acostumbradas a mandar y a que nadie les mande. Son , en definitiva, una vanguardia del sistema neoliberal imperante, en el mudo entero. Y lo hacen con total desparpajo, sin pararse a pensar siquiera que esa actitud, les ha llevado a perder credibilidad; una credibilidad que antes (hace unas décadas) les permitía mantener a las sociedades sumisas.

 

Quito, julio 21/2011

Nota adicional: Pudiera pensarse que, durante el actual Gobierno (desde enero del 2007) se ha legislado para tratar de condenar a los medios y sus sirvientes de opinión. La legislación viene desde hace décadas; ha sido poco aplicada, entre otra razones, porque exige un alto grado de egresos (en abogados, peritos y “gastos judiciales”) y gran dosis de paciencia, ya que un juicio, en tres instancias, puede durar años. Pregunto: ¿algunos de los que hoy reclaman airados por la sentencia expedida, reclamaron también cuando, por ejemplo, fue condenado el articulista del diario sipiano El Comercio de Quito, Dr. Rodrigo Fierro, enjuiciado nada menos que por el dueño del país (ya fallecido) ingeniero mecánico León Febres Cordero R.?

30
Dic

De mordazas, pelotas y “queridos lectores”

Por Luis Alberto Mendieta

Diciembre. Fiestas del primero al último día y así todos los años, mientras Quito esté en pie o llegue el fin del mundo, lo que ocurra primero. Que si fiestas de “fundición”, que pases de niño (y una que otra “niña”), navidad y noche vieja. Todo es baile y copas que se elevan con euforia y fruición.

Este año, entre fiesta y fiesta, la empresa privada, los partidos de derecha y extrema derecha organizaron un lindo partido de fútbol barrial para crear su propia versión de lo que ellos llaman “libertad de prensa”, mientras al gobierno le tocó entrar al partido sin querer queriendo. El encuentro terminó con la novedad de que los “Forajidos” de Rafaelito se dejaron meter tremendo golazo, orquestado sin mucho arte por “los Garrotes Montoneros” de Cynthia en el medio campo, para finalizar el encuentro con la manito de Maradona de Jorge Glas en un polémico autogol con sabor a golazo en el arco contrario. Estos son los hechos:

Por un lado, la derecha se resiste a que se le quite una herramienta muy poderosa, que ha sujetado con ambas manos hasta el día de hoy, usándola como herramienta de extorsión política e infernal máquina de retorcer la verdad, privatizándola de paso.

Por el otro, al gobierno, presuntamente de izquierda (¿centro-derecha-izquierda-derecha-izquierda-centro quizás? Quién sabe…),  por obra y gracia de algún fanático del “equipo de trabajo” de la revo ciudadana, vaya usted a saber quién, el caso es que al tipo se le han quedado en la totuma los humos de alguna bebida (o sustancia) espirituosa, y ahora tiene en su corazoncito la ilusión de crear no sólo un reality show, sino una nación “Gran Hermano”.

Mientras tanto, el Corcho tendrá que bailar con la más fea. ¡Maravillas de la política! Es la primera vez que alguien tendrá que pelear contra una mala tan buena…

Es necesario quitar la “teta” a la fanática derecha sin duda alguna, pero además es imprescindible arrancarnos de la mente un estado todopoderoso, nuevo dueño de la verdad por ley o por decreto. Mientras tanto, la intelectualidad de izquierda mira el partido desde las gradas, cafecito en mano.

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¿Prensa libre? Pocos hacen la excepción...

22
Jun

El "lindo canal" y las utopías: ¿La prensa privada en peligro de extinción?

¿Está la prensa privada en peligro de extinción?

Por Luis Alberto Mendieta

Al parecer, el caso Teleamazonas ha dividido a la opinión pública de todo el país, y en especial a quienes de un modo u otro participan en el accionar político y social de Quito. En Guayaquil, fortín de la derecha, se nota un apoyo mayor hacia este medio de comunicación, por varias razones, en especial políticas, además de los intereses de grupo.

Por debajo, subyace notoriamente el guión de los adversarios del gobierno, que en líneas generales consiste en capitalizar situaciones como esta con estrepitosas campañas noticiosas [1] realizadas en los medios de comunicación propiedad de sus amigos y/o socios comerciales, que manejan precisamente los medios de mayor audiencia del país. En esta vez, le tocó el turno a la “libertad de prensa”, uno de los tantos leit motiv que la CIA tiene en su guión de maniobras políticas para hacer su voluntad a ultranza, y que por alguna extraña razón, la derecha reproduce al pie de la letra, como si la sacara de un manual o recibiera instrucciones precisas de alguien.

Debo hacer varias reflexiones respecto a los antecedentes, experiencias personales, hechos incontrastables y mi visión personal de la prensa ecuatoriana (y sin duda universal) de cara al futuro. Utilizaré el caso Teleamazonas porque es un excelente ejemplo de lo que ocurre en los medios de comunicación de un modo u otro, pero siempre bajo la misma visión, misión y manipulación de los valores morales, puestos al servicio de la Empresa Privada. No concluiré el presente artículo sin dejar constancia de mi preocupación por el cariz que tomaría el escenario nacional, sin una prensa de oposición a la que puedan acudir  intelectuales, políticos y quien tenga acceso a ella[2], en caso de ser necesario.

Breves antecedentes históricos.

Teleamazonas.

Salió al aire un 22 de febrero de 1974, como el primer canal que transmitía imágenes a color en nuestro país. En aquella época, las únicas alternativas de información eran la radio y la prensa escrita, y los tres medios eran (y siguen siendo) DE UNA SOLA VÍA, es decir, no existe manera de que los usuarios del servicio puedan replicar en tiempo real a la información que el medio transmite. El detalle interesante es que, al contrario, es decir desde el punto de vista del medio de información, este llega a miles, cientos de miles y hasta millones de usuarios, a los que puede informar (y exponer de manera privilegiada su opinión personal) a diario, o con la frecuencia que crea conveniente. Es más delicado aún el caso, cuando se confabulan los intereses de una entidad bancaria con los medios de comunicación, porque aunque inicialmente este canal perteneció al empresario Antonio Granda Centeno, debido a una deuda con el Banco del Pichincha, el canal pasó a manos del banquero Fidel Egas Grijalva, presidente del referido banco [3].

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La prensa escrita.

Esta particularidad de la prensa escrita como medio de una sola vía fue entendida ya en el siglo 18 en varios sitios del planeta como un excelente recurso para influir sobre la opinión pública, sin ningún compromiso para recoger, a cambio, el criterio tanto de sus lectores como el de las personas de las que se hablaba en el medio de comunicación, de modo que su editor tenía, como suele decirse, “la sartén por el mango”, y en su mano estaba el publicar lo que a su juicio, o el de los intereses que representaba, era más conveniente. Fue así como los políticos empezaron a influenciar la opinión de los periódicos, merced a su amistad con los propietarios de estos, que inicialmente fueron pequeños empresarios en su mayoría, y que acogieron complacidos (no en todos los casos, debido a la tendencia política del dueño del periódico y/o sus intereses particulares) un mayor acercamiento al poder y todos los beneficios que tal hecho conlleva.

Más tarde, ya entrado el siglo 20, los grandes empresarios y las corporaciones entendieron que los medios de comunicación tenían un enorme potencial económico que, unido a la influencia política subyacente, podían crear un poder tan grande, que los mismos poderes constituidos podrían tambalearse y hasta caer, por su sola influencia. Fue en esas circunstancias en que apareció la radio y años más tarde la televisión, como medios de comunicación que pasaron a reforzar aquello que pasó a denominarse “Cuarto Poder”, en referencia (y no muy sutil advertencia) a los tres poderes que los sistemas políticos de las naciones suelen tener (ejecutivo, legislativo y judicial). [4]

Es entonces crucial entender que desde su inicio, los medios de comunicación han sido:

  1. Una tribuna desde la cual sus propietarios y/o sus allegados han difundido la información que convenía a sus intereses, soslayando lo inconveniente y publicando únicamente la opinión de sus aduladores, creando incluso enfoques difusos de moral y ética, según conveniencia, pudiendo llegar a convertir la verdad en mentira y viceversa, usando falacias maquilladas y verdades a medias.
  1. Un canal de comunicación de UNA SOLA VÍA, que facilita la difusión masiva de la opinión de UNA SOLA PERSONA, o la de los intereses que representa, en detrimento de la opinión generalizada, invisibilizándola a tal punto, que acaba desapareciendo a favor de la opinión del comunicador. Uno de los casos más deleznables, pero útil como ejemplo del poder de la prensa es el de la “campaña de demonización o desprestigio”.
  1. Un negocio rentable y como tal, instrumento que debe responder a los intereses de sus dueños, que por ninguna razón arriesgarían poder y posicionamiento social por causa cualquiera, por noble que sea. Toda empresa privada se constituye con fines de lucro: por algo es un negocio, y los negocios se instalan para ganar el mayor dinero posible.

Experiencias personales.

En los difíciles días que siguieron a la caída del coronel Lucio Gutiérrez, Quito se politizó de manera impresionante. No importaba el sitio por donde uno anduviera: en todos lados se comentaba acerca del “siguiente paso”, o las reacciones de quienes nunca estuvieron a favor de la caída del presidente derrocado.

Uno de los foros de debate más populares sobre los destinos del país fue el de las Asambleas Territoriales, que viene a ser la facción menos influyente, en términos políticos, de los denominados “forajidos”. Los más espabilados y con mayor influencia social, se convirtieron más tarde en miembros del gobierno del presidente Correa, que también fue parte de la sublevación, pero a su modo. El partido político Izquierda Democrática, desde la penumbra, influyó mucho en la consumación de los distintos hechos políticos antes y después del 20 de abril de 2005.

En esas circunstancias, fueron notorios dos hechos que conviene recordar:

  1. Los medios de comunicación se negaron a hacer entrevistas a personas concretas, publicar opiniones de cabezas visibles de la rebelión o tomar la protesta ciudadana como un hecho político e histórico, prefiriendo calificarlo como una simple revuelta popular. La cantidad de personas que acudían a las marchas era enorme y era EVIDENTE el despertar de un pueblo harto del sistema. De hecho, trataron de invisibilizar cualquier liderazgo, precisamente con el ánimo de echar tierra sobre el asunto y bajar los ánimos de la población para mantener el statu quo, que tantas ventajas les reportaba hasta entonces. Solo entrevistaron a personajes de la derecha, y siempre tratando de desvirtuar la opinión ciudadana, diluyéndola con editoriales que llamaban al orden y hablaban de democracia y “estado de derecho”. Tan vergonzoso fue el accionar de los medios de comunicación privados (en especial canales de televisión), que sólo cuando las marchas populares fueron multitudinarias empezaron a publicar imágenes de los hechos.
  1. La actitud de varios medios de comunicación ha sido y es de permanente alineación con los intereses de la derecha, lo cual es comprensible, puesto que son parte de ella y de la denominada “clase empresarial”. Pero adicionalmente, toda esta clase se ha plegado a los intereses de la extrema derecha norteamericana, (neocons o neo conservadores) famosa por sus ideas radicales, racistas y totalitarias. Es evidente que hay un diálogo permanente con los medios de comunicación mainstream mundiales que por cierto están controlados por corporaciones cuyos accionistas más influyentes son familias conservadoras de Estados Unidos, de larga raigambre fanática. La impresión que causa la actitud de algunos medios televisivos es de total entrega a un Imperio ajeno, cuyo objetivo único es el Capital, y sus respectivos intereses, naturalmente… Además está la grotesca manipulación de los medios, que apelan (como en el caso de Teleamazonas, que raya en el descaro) a la sensibilidad del televidente con canciones cuidadosamente estudiadas para provocar en él sentimientos de apoyo y solidaridad a su causa, ¡es decir, a la causa de una empresa privada, una organización con fines de lucro!

De seguro habrá quienes afirmen que la prensa es pluralista, pero yo puedo dar testimonio de lo contrario, porque en algún momento formé parte de la Comisión de Comunicación de la Red de Asambleas Territoriales y una de las resoluciones que esta tomó inicialmente, es hacer públicos varios manifiestos y propuestas sobre el sistema democrático, entre otras cosas. Fue obligación nuestra visitar los principales medios de comunicación de Quito y fue allí donde constaté que todas las puertas se habían cerrado, porque ni siquiera se nos permitió dejar simples documentos. En mi caso, se me encomendó, junto con otro compañero, dejar uno de los manifiestos en Teleamazonas, y cuando llegamos para pedir un espacio de opinión, fuimos tratados groseramente y por añadidura ni siquiera se nos permitió pasar de la puerta. El guardia mencionó escuetamente algo como “aquí no son bienvenidos los forajidos” y cerró la ventanilla desde la que nos atendió. Fue entonces cuando empecé a preguntarme hasta qué punto eran “pluralistas” los medios de comunicación. En esa época, a nadie en ese canal le importaba la “libertad de expresión” que tanto buscan ahora cuando son sus intereses empresariales los que están en juego. Todos los ciudadanos tenemos una “mordaza” permanente frente a los medios, porque nuestra voz es conculcada y sólo se nos permite hablar en determinadas circunstancias, bajo el pretexto de costoso tiempo en televisión o cualquier otro medio. Existen maneras creativas de permitir que la gente se exprese, pero simplemente no hay necesidad de ello.

Los hechos incontrastables.

Cualquiera que haya intentado publicar una opinión alejada de los intereses de los medios, rubricará todo lo mencionado sin duda alguna. Son hechos incontrastables y palmarios, que simplemente obedecen a los razonamientos analizados en los antecedentes de este artículo.

Sin embargo queda algo pendiente. Últimamente me he preguntado:

¿Qué pasaría con la prensa “independiente” si un gobierno (cualquier gobierno), asumiera durante varios períodos presidenciales el poder?

La primera respuesta que se me ocurrió es que simplemente NO existe prensa independiente.

Es imposible y absurdo hasta el ridículo pensar en un medio de comunicación privado que NO responda a los intereses de sus dueños, así como es imposible soñar en un medio de comunicación gubernamental que NO obedezca al régimen, a menos que intervengan en él en igualdad de condiciones (como en un auténtico CUARTO PODER), el mayor número posible de fuerzas políticas de la Nación, personificadas por periodistas, políticos e intelectuales que las representen y que influyan en editoriales y artículos de opinión oficial, contrapesando y contrastando la opinión de las distintas tendencias políticas en todo momento, con el fin de democratizar la difusión de información, convirtiéndola en REALMENTE pluralista.

Es evidente que todo sistema democrático moderno deberá meditar en esta posibilidad tarde o temprano, si el interés es realmente permitir que la democracia evolucione. El inconveniente está en que la situación actual facilita a los fanáticos de izquierda y derecha a construir un país Gran Hermano, que permite a unas pocas personas manejar la opinión pública a su antojo, con intereses, como ya se mencionó, puramente egoístas y particulares.

Por otro lado, es iluso pensar en la existencia de una ética periodística, si el periodista es un asalariado del medio de comunicación privado, porque la empresa responde a una lógica empresarial y ésta NUNCA será totalmente compatible con el pluralismo (a menos que le convenga, claro) e incluso, desde la visión del capitalismo salvaje o si se quiere, desde el neoliberalismo, sencillamente es la “ley de la selva” y la moral es un término demasiado difuso en esta realidad, como para tomar en serio el concepto de ética periodística, o aproximarlo a la deontología [5] de manera formal. El mismo sistema capitalista difumina el concepto de deontología por la sencilla razón de su naturaleza egoísta.

Por todo lo dicho, no parece tan descabellado el crear un mecanismo democrático que permita un acercamiento (de otro modo imposible en el marco actual, y menos bajo un modelo capitalista), a un sistema de información pública en el que puedan participar, al menos bajo reglas claras, todos los actores posibles, en todos los espacios posibles y con una mínima garantía de veracidad noticiosa.

Eso y abrir espacios dentro de los mismos medios, con más afán constructivo y menos intencionalidad personal y de grupo.

Si, ya sé lo que dirán algunos: utopías, utopías…

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[1] Abundan ejemplos de campañas cuyo fin es "demonizar" a una persona o grupos de personas, como el caso de las armas químicas que supuestamente Sadam Hussein tenía en su poder, y que finalmente fueron sólo un pretexto para empuñar los pozos petroleros iraquíes.

[2] El problema es precisamente ese: ¿Quiénes tienen acceso a los medios, si el sistema privilegia únicamente intereses personales o de grupo?

[3] Fuente bibliográfica: http://es.wikipedia.org/wiki/Teleamazonas

[4] "Mientes más que La Gaceta", refrán español. Fuente bibliográfica del tema Prensa Escrita: http://es.wikipedia.org/wiki/Prensa_escrita

[5] Ref: http://es.wikipedia.org/wiki/Deontolog%C3%ADa_profesional

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