22
Jul

LA POLÍTICA MEDIÁTICA DE LA “VICTIMIZACIÓN”, por Alberto Maldonado

Alberto Maldonado S.

Periodista – Ecuador

 

Especial para Cuadernos en el tiempo nuevo.

Ramiro Mantilla. Editor.

 

El Comercio (el principal diario sipiano del Ecuador) trae, en su edición dominguera (julio 16/2011) una página entera dedicada a cuatro periodistas estrella que, según el periódico capitalino, han tenido que salir de sus medios por presiones del ejecutivo (Gobierno) Pienso que, de esa manera, el diario pretende “comprobar” que en Ecuador, bajo el gobierno de Rafael Correa, no hay  ni se respeta la tan mentada libertad de prensa.

 

¿Tiene algún signo de verdad esa afirmación? Para la gran prensa ecuatoriana (impresa, radial y televisada) es un hecho que no admite discusión Efectivamente, los cuatro actores (Carlos Vera, Jorge Ortiz, Juan Carlos Calderón y Emilio Palacio) han tenido que abandonar “sus” respectivas empresas (Televistazo-Canal 8 de Quito, Teleamazonas- Canal 4-Quito, diario Expreso-Guayaquil y El Universo de la misma ciudad de Guayaquil, respectivamente)  y los cuatro han tenido un lugar común: el haberse alineado como los porta estandárteres de la oposición mediática ante el Gobierno de Rafael Correa. Sin duda, es hasta de sentido común, que el Gobierno haya sentido algún alivio cuando los cuatro dejaron sus púlpitos antigubernamentales, en sus respectivos tiempos. Pero, de ahí, a afirmar que son cuatro casos emblemáticos de una actitud contraria a la libertad de expresión, ciertamente que hay un abismo.

 

Quizá unos cortos comentarios de los cuatro casos nos lleven a mejores conclusiones, de lo que trato de decir y de asegurar. Me anticipo y reitero: en estos análisis tengo nada personal en contra de los cuatro periodistas; es más, con algunos de ellos guardo una especial consideración personal. Tampoco admito que tenga algo que ver, o deba algún favor, al actual Gobierno de Correa. Dicho lo cual, paso a este ligero ensayo.

 

Don Carlos Vera es, desde hace años, un mediano empresario (o ejecutivo, no sé) de medios de comunicación propios. No se le puede encasillar en el nivel de un simple periodista al servicio de una empresa (Canal 8-Quito) También, desde hace años, ha demostrado sus particulares puntos de vista ideológico-políticos. Y (desde mis particulares puntos de vista) Carlos Vera está alineado con la derecha política; yo diría, con la ultra derecha ecuatoriana, desde hace rato. Otra cosa es que, en sus propuestas políticas, haya tenido el suficiente respaldo ciudadano. Recordemos que, hace poco, Vera propuso la remoción del propio Presidente Rafael Correa, mediante el recurso constitucional de la revocatoria del mandato. Su propuesta se empantanó; y muchos aseguran que Vera estuvo lejos de reunir el número de firmas de ciudadanos debidamente empadronados, que patrocinaran esta demanda constitucional

 

Con un cariz más profesional que Vera, Jorge Ortiz ha sido un cuestionador permanente del actual Gobierno. Quizá él cometió el error de considerar que, porque los dueños del Canal 4-Teleamezonas, se habían declarado enemigos irreconciliables del actual Gobierno, tenía luz verde para dar rienda suelta a sus críticas y cuestionamientos. En un momento determinado, Jorge Ortiz resultó “un estorbo” para los propósitos de compra-venta del canal, según lo determina la actual Constitución, ya que prohíbe que los banqueros puedan seguir de propietarios de grandes medios de comunicación. Y todo el mundo sabía que el Banco Pichincha era el socio mayoritario del Canal 4-Quito

 

Juan Carlos Calderón, en cambio, es un joven periodista profesional que se ha especializado en los capítulos de investigación y periodismo interpretativo. Como tal, descubrió, en el diario Expreso, que el hermano mayor del Presidente (Fabricio Correa) como empresario de construcción de obras públicas, había conseguido contratos por unos 80 millones de dólares. Hasta aquí, todo aceptable en un periodista investigador. Solo que después, mucho después, Calderón, con otro escribiente, de apellido Zurita, publicaron un libro (titulado El Gran Hermano) y en él, asumieron como propias las versiones que han sido reiteradamente rechazadas por el Presidente Rafael Correa; entre ellas, que si conocía que su hermano mayor se valía de  su parentesco con el Jefe de Estado para conseguir tales contratos. Hay una demanda por este asunto (propuesta por el Presidente) pero, diario Expreso y Calderón resolvieron dar por terminada su relación laboral, de mutuo acuerdo. Hoy, Juan Carlos Calderón dirige la revista Vanguardia que, hasta hace poco, el colombiano-ecuatoriano, Omar Ospina, fue su director; y como tal, ensayó sus dardos contra Correa.

 

El caso más sonado es el del Sr. Emilio Palacio, un  ensayista de opinión que, desde las columnas del diario El Universo de Guayaquil, ha mantenido una línea de absoluta oposición al actual Gobierno, línea política que es también del periódico, desde hace años. Por supuesto, tanto El Universo como el señor Palacio tenían pleno derecho a oponerse al actual Gobierno y a su Revolución Ciudadana. A lo que tenían ningún derecho es a utilizar su columna para sostener cualquier acusación. Y la última fue que, a futuro, Rafael Correa tendría que responder criminalmente por haber ordenado que fuerzas militares dispararan contra indefensos pacientes del hospital policial, en el no menos famoso 30 de septiembre del 2010. Esta aseveración le valió a Correa para presentar una demanda penal-civil, contra Palacio y tres de los personeros de ese medio de comunicación (los hermanos Pérez Barriga y el señor Pérez Lapenti, herederos y administradores actuales de El Universo)

 

Al margen de que el Juez de Delitos Penales (Juan Paredes) acaba de darle la razón al Presidente Correa (los inculpados están sentenciados a 3 años de prisión correccional y a 40 millones de dólares) los cuatro casos no pueden ser mezclados; peor, mucho peor, señalados como emblemáticos de que el Gobierno actual los ha perseguido y ha logrado que salgan de sus puestos de trabajo. Con ellos (según mi criterio) se ha operado la vieja sentencia popular de que el “diablo paga mal a sus devotos”

 

Me explico: De lo que se sabe, Carlos Vera se separó de Canal 8-Quito por su propia voluntad y para dedicarse de lleno a su labor política de ultra derecha. Estaba en su derecho. Y consideró que para tener entera libertad de acción, debía separarse de la empresa comunicacional.

 

Quizá, el caso más dramático es el de Jorge Ortiz y Teleamazonas (Canal 4-Quito) Mientras fue su vocero de opinión y de información, fue leal a sus principios y a la línea política del medio. El problema surgió cuando –de acuerdo a la actual Constitución-el dueño del Banco Pichincha (Fidel Egas) debía vender sus acciones del referido Canal. Y para los oferentes (un empresario peruano) Ortiz resultaba una piedra en el zapato de la transacción. Naturalmente, la cuerda se rompió por el lado más flaco; y Jorge Ortiz pasó a la desocupación. No conozco si le pagaron alguna indemnización; pero Ortiz supo, por lo menos, dar una lección de bon homía, tan olvidada en estos tiempos.

 

Del caso Juan Carlos se conoce poco. De un periodista estrella de diario Expreso, apareció de pronto como Director de la revista Vanguardia. Pero no se ha sabido que el Gobierno haya ejercido alguna presión para su separación de Expreso, ya que pasó a director de un medio que ha sido (¿sigue siendo?) más virulento que el periódico.

 

De Don Emilio Palacio, en cambio, se van descubriendo actitudes y antecedentes. Hace pocos años se identificaba como un “troskista radical” y censor y crítico del movimiento sindical ecuatoriano. No es un periodista profesional sino un “sociólogo” (si es que es) que encontró en El Universo, un cobijo y un campo de acción propicio a sus reales propósitos. Como suele ocurrir en estos casos (sino, que le consulten al exguerrillero Teodoro Petkof y su feroz oposición a Hugo Chávez y la Revolución Bolivariana) resultó ser más papista que el papa. Le fue muy bien, en principio, ya que no solamente llegó a ser un  “periodista de opinión” de absoluta confianza de  El Universo sino a apreciables aumentos salariales: de 4.000 dólares mensuales, últimamente pasó a 10.000 mensuales. Pero, al parecer, esta vez le salió el tiro por la culata. Metió a los herederos de Carlos Pérez Perasso (que fue director de El Universo y un hombre de mentalidad abierta) y se negó a una rectificación de sus afirmaciones. Pretendió pasarse de vivo al renunciar a su cargo de editor de opinión (¿renuncia con piola?) y propuso  que el propio Presidente redacte la disculpa que exigía para retirar la acusación (y por lo tanto, dejar en nada el juicio), lo cual fue considerado como un agravio al sentido común.

 

Tenaz es el término que mejor refleja la actitud poco menos que fundamentalista que han reflejado los medios que se identifican con el sistema imperante y que yo los considero “sipianos” (de la SIP-CIA) No hay día en que estos medios (impresos, radiales y televisivos) no critiquen y “denuncien” al Gobierno de la “Revolución Ciudadana” El Comercio de Quito, siguiendo sus mejores tradiciones (José Peralta los denuncia como uno de los inspiradores y promotores del asesinato y arrastre de los Alfaro (1912) que introdujeron en este país, la revolución liberal) no descansa en ese afán de encontrar “todo mal” Y para este medio comunicacional tienen mucho más valor las voces disonantes antes que las mayorías democráticas. Tienen más voz los voceros o abogados  de los defensores de la “democracia y la libertad” que son dos términos que ellos suelen proclamarse dueños absolutos.

 

Es la aplicación de la política retrógrada que es implementada por los medios masivos de comunicación del sistema contra todo gobierno, por más tibio que sea, pero que plantee reformas que toquen los privilegios de las oligarquías criollas; oligarquías que han estado muy acostumbradas a mandar y a que nadie les mande. Son , en definitiva, una vanguardia del sistema neoliberal imperante, en el mudo entero. Y lo hacen con total desparpajo, sin pararse a pensar siquiera que esa actitud, les ha llevado a perder credibilidad; una credibilidad que antes (hace unas décadas) les permitía mantener a las sociedades sumisas.

 

Quito, julio 21/2011

Nota adicional: Pudiera pensarse que, durante el actual Gobierno (desde enero del 2007) se ha legislado para tratar de condenar a los medios y sus sirvientes de opinión. La legislación viene desde hace décadas; ha sido poco aplicada, entre otra razones, porque exige un alto grado de egresos (en abogados, peritos y “gastos judiciales”) y gran dosis de paciencia, ya que un juicio, en tres instancias, puede durar años. Pregunto: ¿algunos de los que hoy reclaman airados por la sentencia expedida, reclamaron también cuando, por ejemplo, fue condenado el articulista del diario sipiano El Comercio de Quito, Dr. Rodrigo Fierro, enjuiciado nada menos que por el dueño del país (ya fallecido) ingeniero mecánico León Febres Cordero R.?

24
Nov

LA LIBERTAD AMORDAZADA

Diego Alejandro Gallegos Rojas

Las imperfecciones de la democracia se corrigen, se cauterizan con más y mejores libertades responsables. No es restringiendo las libertades, como equivocadamente pensamos que fortaleceríamos a nuestra embrionaria democracia. Es con la participación de la ciudadanía que genere debates democráticos, profundos, propositivos, convocando, de ser posible, a todas las instancias sociales para construir una libertad con responsabilidad, que es necesaria porque así es la vida misma. Esa libertad con responsabilidad nace conmigo y con los demás.

Sin embargo, esto no ha sucedido. Desde ciertos sectores de la mala prensa, se ha recurrido en algunas ocasiones a denigrar el buen nombre de las personas, el respeto a la vida privada, sin tener en cuenta el gravísimo daño moral que ha hecho a los afectados, lo que ha generado resistencia por parte de la ciudadanía. Frente a ello, existe también, la prensa seria, responsable, bien intencionada, que ha permitido y nos permite conocer las desviaciones del poder, que es bueno y justo reconocerlo.

La prensa no puede prostituirse ni ser incondicional ante nadie peor ante ningún régimen de turno, ni ceder a las tentaciones del poder para satisfacer los caprichos insaciables de cualquier gobierno. Tampoco puede ser fanática de su propio fanatismo, de su propia irreverencia.  Los medios de comunicación deben tener la sabiduría suficiente para conocer y reconocer sus errores, sus vicios, sus imperfecciones; corregirlos, superarlos, consecuentemente, ser mejores, este es un llamado de atención para que se haga un mea culpa, de buena  fe, porque  la libertad de expresión también zozobra  no sólo hacia la periferia, sino dentro de la propia mesa de redacción, imponiéndose a veces el poder de los dueños de los medios, que también mutilan el pensamiento, y  que responderían a mezquinos intereses de una élite económica, intocable, endiosada que perdió su verdadero horizonte. No podemos ocultarlo, ha ocurrido así  y esperemos que cambie. Mientras que, el poder político no debería ver a los medios de comunicación como sus verdugos, sus peores enemigos, más bien, debería tener la apertura necesaria, para garantizar el libre discernimiento, la autonomía de los ciudadanos y ciudadanas, y no ser el encargado de seleccionar lo que deberíamos leer, escribir, mirar e incluso hasta pensar, soñar, respirar...

Los medios de comunicación serían el termómetro perfecto para medir la capacidad de tolerar, de escuchar, de disentir, de dialogar, de respuesta, de prudencia, de humildad, de sabiduría, de consensos que tendría el poder frente a la opinión pública y entre los ciudadanos. Todo esto nos permitiría tener un ambiente de armonía, de reencuentro en la diversidad de las libertades con el pensamiento autocrítico-democrático.

La verdadera prensa, está ahí, para aplaudir, celebrar las acciones positivas de los gobernantes, y también para hacerle sombra al poder, con preguntas impertinentes, maliciosas, imprudentes. Si es así bienvenido sea. Los líderes auténticos no deberían extrañar aquello, es preferible conocer una crítica mordaz, que el halago mojigato, hipócrita, empalagoso, de ciertos asesores adulones, que obnubilarían a los gobernantes  para alimentar sus egos, en consecuencia, ellos tampoco actuarían con plena libertad, porque estarían repletos de sus delirios mesiánicos, de grandeza.

La prensa no perdería su esencia de ser, aun cuando existan  ideas escurridizas, deformadas, antipáticas, que incomodan a los regímenes. A veces son convenientes los abusos de opinión, a que existan excesos de opresión comandados desde el Estado. Entonces, la prensa debe gobernarse por valores  éticos que no sean  impuestos desde el poder, sino por ellos mismos, a través de principios honestos, coherentes, íntegros, transparentes, a fin de que sean el referente de credibilidad, de objetividad, de independencia, de imparcialidad, de un verdadero pluralismo democrático que reclama, exige la sociedad. Así entenderíamos que los medios de comunicación no sólo están para denunciar las torpezas y los desvaríos del poder, convirtiéndose en fiscalizadores de los actos de todos los gobiernos, sino que deben generar espacios de opinión, de reflexión, mirando con un rostro humano, de carne y hueso, sensible a la problemática de la gente empobrecida, descalza, constituyéndose así, en la conciencia  y confianza social de todo el país.

Sin embargo, preocupa que la Asamblea Nacional a través de la Comisión respectiva, presentará el informe para el primer debate en el Pleno de la Ley Orgánica de Comunicación, sobre la libertad de expresión, lo que se pretendería es restringir, autocensurar, la divulgación del torrente de  información que se genera en el  país. Hacerlo desde el poder político es peligroso porque se estaría castrando a las libertades, resucitando los monstruos del fascismo, de las dictaduras que detestan, odian la libertad de opinión, de la prensa porque erróneamente considerarían que confabulan contra su obsesión de tener todo bajo control, lo que no es  ético ni moral que se imponga una sola verdad, un solo  pensamiento hegemónico, ideológico, que atenta contra la dignidad, los derechos humanos, consecuentemente, conspirarían contra nuestra inmadura democracia.

La libertad es un canto de resistencias, de utopías, de esperanzas... La libertad nos mira, nos confronta, nos abraza de frente  y no de espaldas. Molesta que se tome el nombre del pueblo y con mensajes subliminales, aburridos, cansinos, pretenderían taladrarnos el cerebro, haciéndonos creer que tenemos los ciudadanos el poder, cuando no es  verdad. Si en realidad lo tuviéramos,  existiría una auténtica participación ciudadana, situación que todavía no la vemos. Preocupa que el gobierno se crea el dueño del poder, de la voluntad popular, porque justificaría sus actuaciones en la soberanía individual que no se agota sólo en el acto de votar. Por eso, desatinadamente, creen que así tienen la autoridad para desenredar la madeja democrática y lo único que consiguen es enredarnos más.  Indigna también que se  ufanen diciendo que lo hacen por amor al país, cuando sus acciones los deslegitiman. Si realmente lo aman, si son patriotas, aún están a tiempo de rectificar, eso demostraría la grandeza de sus espíritus generosos, de lo contrario, nos confirmarían con mucha tristeza que no aman a  la patria ecuatoriana, que la aborrecerían desde el corazón, con las vísceras, con toda el alma.

La libertad de expresión, de prensa, no sólo es asunto de los periodistas, de los comunicadores sociales, nos concierne a todos, de lo contrario, las consecuencias serían catastróficas porque nos llevarían después a que los ciudadanos no podríamos opinar, escribir, investigar, cuestionar, proponer abierta y libremente sobre los actos del régimen  e incluso sobre nuestra propia existencia. Todos tendríamos la obligación moral de defender las libertades, de protegerlas de los miedos que carcomen al poder. Para ello, debemos liberarnos de nuestros propios miedos, que nos estancan, que nos impiden ser libres. Tal vez, es esa la primera libertad a la que todos y todas debemos trabajar a conciencia, con responsabilidad, nuestra libertad interior. Sólo así daríamos un gran salto hacia el progreso humano, de lo contrario, parece que estaríamos paralizados. Eso le hace falta al gobierno, mirarse hacia dentro  sin temor, como una especie de catarsis, de desahogo, de liberación, que también nos hace falta a todos. Es imperioso  hacerlo, si deseamos un cambio positivo, optimista que trascienda hacia la liberación del poder que es también la sanación mental, espiritual de nuestra sociedad ecuatoriana, latinoamericana. Mientras aquello ocurra, defendamos a la libertad: libre, sin cadenas, sin censuras, ni  mordazas.

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