29
May

[Relato] Luis Alberto Mendieta: La Pintá, 3ra. Parte

cielo_estrellado

El límpido cielo mostraba un firmamento repleto de estrellas, parpadeando, y cualquiera hubiera pensado que tiritaban por la fresca brisa nocturna.

- Parecería el infinito número de los ojos de Dios. – musitó el mozo, creyendo que se trataba de algún compañero-.

- A mí me parecen gotitas de agua atrapadas allá arriba, que guardaron la luz del sol en su barriga, como las hembras preñás guardan a sus niños. – respondió ella-.

Fue verla y enamorarse locamente. La esclava, conforme a su naturaleza, se apresuró a impulsar esa pasión con todos los artificios que el común de las mujeres suele utilizar, por mera vanidad. Pero sintió por primera vez algo extraño en su interior, al notar la ingenuidad, la sencillez de aquél hombre.

- ¿Quién eres? ¿Eres una sirena? Mis compañeros hablan mucho de ellas. Dicen que son malas porque engatusan a los hombres con sus cantos.

- Yo no sé cantar, así que no temas ná. Ahora me voy. Debes irte primero, pa’ evitar mis hechizos de sirena.

Mientras Pinzón se marchaba, ella sintió algo doloroso en su pecho, un sentimiento totalmente desconocido. Y un mal presagio. Se apresuró a volver a su camarote con mucho cuidado para no despertar al negrero y no pudo conciliar el sueño pensando en aquella situación.

Pinzón, que no había visto una mujer en toda su vida, ni de cerca ni de lejos, no pudo vivir en paz desde entonces.

Se puso a hablar con sus compañeros acerca de una niña pintá, una sirena pintá, que conoció la noche anterior en la cubierta de popa. Sólo el capitán conocía de la presencia de la esclava, así que los marineros, al no saber que Anaìs estaba a bordo, empezaron a burlarse de él.

- Pinzón se nos va a morir… Hay una sirena prieta que la persigue con sus cantos, que quiere llevársela. ¡Cuidado y lo dejéis solo en cubierta!

- Lo que pasa es que la sirena ha cogido mucho sol, o es que estaba muy oscuro, ¿eh, amigo?

- Juro que no miento. Por más seña, huele siempre a canela.

Nadie le hizo caso.

Pasaron varios días y la inquietud de Pinzón se convirtió en versos, que murmuraba todo el tiempo, tratando de encontrar en su mente música que los acompañe. Salía todas las noches en busca de su sirena y al principio, varios marineros lo espiaban ocultos, por saber si eran ciertas sus afirmaciones, pero al comprobar que nada ocurría, terminaron por olvidar el asunto. Sin embargo, él continuó llegando puntualmente al mismo lugar todas las noches, a contemplar el firmamento. Y a esperarla.

Anaìs prefirió quedarse en el camarote durante ese tiempo, para evitar que Alcibíades se enterara de lo que la mortificaba incesantemente. Cada día, aquél sentimiento se hacía más fuerte. Empezó como repugnancia hacia su amo, que debió ocultar para evitar problemas, aunque mal pueden ocultarse sentimientos así.

- ¿Qué te pasa, mujer? ¿Qué bicho te ha picado?

Asumió que el uso del bacín la asqueaba, además de otros oficios de aseo que debía cumplir necesariamente para pasar la noche junto a él, que no tenían nada de gratos y que por añadidura debía hacerlos detrás de un biombo ubicado junto a la cama, con él en el camarote. Al notar su incomodidad, Alcibíades decidió salir a diario, poco antes del anochecer, para darle libertad de cumplir, sin testigos, con lo que exigían su aseo personal y demás afeites. Ella poco agradeció el detalle, debido a que le aquejaba otro mal, aunque reconoció la importancia del gesto de otorgarle por primera vez privacidad.

Hasta que finalmente una noche no pudo resistir la tentación y salió a la misma hora que la primera vez, en busca de Pinzón, sin saber ni su nombre.

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La Pintá, primera parte.

La Pintá, segunda parte.

La Pintá, última parte.

21
May

[Relato] Luis Alberto Mendieta: La Pintá, 2a. Parte

Burlóse Noemí del negrero, aunque veladamente, al notar que luego de haberse holgado con su esclava toda la noche, no la reconociera a la mañana siguiente. Argumentaba el hombre que la noche era oscura y muy lánguida la luz del candelero, pero la verdad era que su torpe urgencia fue la causa de la distracción. Lo único de lo que pudo dar razón el hombre fue de su permanente aroma a canela. Al preguntarle la causa a Anaìs, afirmó que su tutora le había indicado masticar siempre trocitos de canela en rama cuando estuviera cerca de un hombre.

Quedó impresionado por la belleza física de la muchacha. Por la tersura de su piel y por su tono, semejante al de la canela; por la delicadeza de su semblante, por la vivacidad de sus ojos, que entendieron pronto de las debilidades masculinas y lo dejaban translucir con desfachatez. Pero sobre todo, su instinto se sofocó al fuego de sus imponentes caderas, que adquirían proporción armoniosa por su alta estatura y el volumen del pecho, que sin ser abundante, era grato a la vista. Noemí advirtió de inmediato que la posición en que había quedado era demasiado endeble, y para su coleto, se juró dar pronto remedio al asunto del modo que mejor ajustase a sus intereses. Sin embargo el negrero, a pesar del celo de su concubina y aunque estaba consciente de tal hecho, procuraba constantemente la compañía de Anaìs ante la paciente mirada de Noemí, que toleraba en silencio su desfachatez.

La primera decisión que Alcibíades tomó fue apartar a la esclava del comercio carnal, algo sin duda comprensible, dada la necesidad de prevenir que se contagie de algún mal, aunque otras eran las razones de fondo. Luego escribió a un español que vivía en Lima, mencionándole que por fin pudo encontrar la esclava que tanto tiempo había esperado y pidió una cifra enorme, anticipando que sólo al verla entendería la razón del precio y que además era virgen. Finalmente envió a Noemí a recoger de una isla cercana a Panamá, llamada Taboga, varios fardos con alfombras persas que su ‘amigo’ judío le había dejado como parte del pago por su deuda, antes de fallecer accidentalmente al caer del muelle, la misma noche en que Alcibíades había ajustado cuentas con él. Mientras tanto el negrero se dedicó a tiempo completo a su esclava, día y noche, por cuatro semanas. Al finalizar el mes y notar que no regresaba Noemí, sospechó que había sido traicionado. Se embarcó hacia San Pedro de Taboga en cuanto pudo pero al llegar, supo que ella había subido el cargamento en una nao con rumbo a Cartagena. Abrigó esperanzas de que su afán por complacerlo le hubiera inspirado a comerciar ella misma los géneros. Al arribar supo que allí vendió bien sus mercancías y luego perdió su rastro para siempre. Nunca la volvió a ver. Ese fue el primer tributo que debió pagar por disfrutar de Anaìs.

A bordo de la nao Sanctísima Concepción.

Dos semanas más tarde embarcó a su esclava junto con un grupo de senegaleses que consiguió pocos días antes, en la nao Sanctísima Concepción. Pero la llevó a un camarote (ésta era una de las pocas embarcaciones de ese tipo con alojamiento tan lujoso) del que no le permitía salir para nada. Allí pasaban ambos casi todo el tiempo. Algunas noches, cuando Alcibíades dormía, exhausto de amores, salía Anaìs a tomar el aire.

Viajaba a bordo desde hace años un muchacho en la Sanctísima Concepción.

Algunos conjeturaban diciendo que era un hijo natural del capitán, pero la verdad era que simplemente llegó un día, siendo casi un niño, pidiendo que le dejaran subir a bordo. El maestre aceptó, quizás por caridad cristiana o quién sabe por qué, embarcarlo como grumete. Era ciego y nadie recordaba su nombre. Sólo le llamaban Pinzón, por su ceguera y su afición al canto. Era mozo de buena complexión, de buen ver, atento y generoso, por lo que se le apreciaba a bordo. Sus ojos, de un azul intenso, mostraban sin embargo la terrible oscuridad que en ellos habitaba.

Pocos días después de iniciado el viaje a Lima ocurrió algo insólito.

Estando ante vientos favorables del noroeste, una tarde, luego de almorzar, ocurrió que una verga se soltó violentamente y tras un giro provocado por la enérgica brisa, pegó el madero de lleno en la cabeza al pobre Pinzón, que cayó sin sentido. El golpe fue tan sonoro que lo dieron por muerto, pero luego de casi una hora, ante la sorpresa de todos, se levantó jubiloso, dando voces incomprensibles y agradeciendo a Dios por los favores recibidos. El hecho produjo algunas risas de quienes presenciaron lo que pasó, porque nadie agradece a Dios que le den palos.

Era que, inexplicablemente, el golpe sirvió al muchacho para que sus ojos le mostraran por primera vez la luz. Ofreció el chaval romerías y rosarios al regresar a Panamá y todos celebraron con él su dicha. Pero poco tiempo le duró tanta alegría, porque hallándose una noche contemplando la noche estrellada, acertó a salir Anaìs a cubierta.

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La Pintá, primera parte.

La Pintá, tercera parte.

La Pintá, última parte.

9
May

[Relato] Luis Alberto Mendieta: La Pintá, 1ra. Parte

ALMENDEra una negra de aquellas sin alma, que trabajaba en un burdel cercano al puerto. Alcibíades llevaba ya en ese tiempo no menos de cinco años trabajando como negrero. Se llamaba Clorinda, aunque le decían "la rompehuesos", por sus habilidades de alcoba. Su amo, el dueño de la mancebía, ganó muchísimo oro gracias a ella, que se dio modos para sacar más monedas a los clientes con sus artes de alcoba. Un día, la astuta esclava hizo correr la voz de que se había contagiado con el “mal de bubas” o sífilis, por lo que los clientes empezaron a huir de ella, que se deshacía en zalamerías ante cualquiera que se le acercara, precisamente por espantarlos del todo, y por despechar a su amo. Dejó de comer para lucir lánguida y enferma.

“Fue entonces cuando vino a verme aquella barragana, compañeros, junto a una mulatita de seis años.

- Te la vendo – dijo-.

- ¿Y qué quieres que haga con ella?

- Tú ere el negrero. Quiero diez monedas de a ocho por ella. Nueve son pa’ comprá mi libertá y el resto pa’ largarme lejos de aquí. ¿La quieres o voy en busca de otro negrero?

Me quedé viendo a la niña, por saber en qué negocio me estaba metiendo.

- Es hija mía y de un fraile flamengo que vino hace tiempo, de paso hacia el Virú, muy jermoso.

- ¿Cómo se llama la niña?

- Anaìs.

Era de buen ver la mercancía. Regateé por si su voluntad era débil (y por saber si la mocosa incubaba algún achaque) pero se mantuvo en el precio. Mientras se marchaba la negra, la niña empezó a gimotear. La mujer siguió rumbo hacia la puerta, indiferente, como quien oye llover, con sus monedas en una bolsa que había traído para el efecto. Sujeté a la mozuela de la mano y pedí algo de comer para entretenella.

Como tenía que embarcarme hacia Lima con un cargamento de negros que estaba ya a bordo, dejé a la chavala con una manceba, llamada Noemí, hasta ver a quién podría vendérsela con ganancia. Me enteré en el camino, que "la rompehuesos" hacía fama y fortuna con su oficio en Cartagena de Indias.”

Alcibíades demoró mucho más de lo pensado. De hecho, pasaron nueve años antes de que pudiera volver a Tierra Firme. Entre la peste negra que aquejó a su cargamento de esclavos, la rapacidad de los piratas y las tercianas pilladas en las selvas africanas cuando apenas empezaba su oficio de negrero, que lo aquejaban en los mapa2momentos más importunos, su viaje se convirtió en una pesadilla y tres veces estuvo incluso en trance de muerte, varado en varios pueblos remotos de Indias. Regresó con la cara morena, salpicada de indelebles picaduras de insectos, un ánimo demasiado parecido a la demencia criminal y la faltriquera vacía.

Su querida no lo reconoció. En su interior, pensaba que el sujeto parecía más un mendigo o un pirata moro y habituada como estaba a su talante recio, se extrañó sin embargo por el nuevo tinte de su carácter: había algo de alarmante ferocidad en su actitud, de loca, rabiosa, desmesurada codicia. El hombre durmió tres días seguidos y al cuarto marchó hacia el puerto para apercibirse de novedades y alguna vianda. Regresó muy contento, mencionando que en adelante traficaría con esclavos a través de una ruta que bordea la costa noroccidental del Nuevo Reino de Granada, hasta llegar a las regiones del Perú, donde sus clientes requerían constantemente de esclavos, acompañado de una flota de comerciantes y mercenarios, que viajaban de tal modo para proteger mutuamente sus intereses de las incursiones de los corsarios franceses. Se había encontrado además con un judío que le debía dinero hace mucho tiempo. Se lo pagó con creces, luego de algunas “palabras persuasivas”. También manifestó viva curiosidad por conocer a una mujer a la que llamaban “La Perla Negra de Tierra Firme", de la que mucho se hablaba en el Puerto.

Noemí, mujer de espíritu práctico - demasiado quizás para algún ánimo escrupuloso -, había empleado hace ya algún tiempo a la mulatita en el mismo oficio de su madre, enseñándole oportunamente todos los secretos del arte, que también ella ejerció desde muy joven en el puerto de Buen Aire, hasta que se propuso venir a Panamá, ciudad famosa por su comercio, procurando ante todo despojarse del pasado como una serpiente abandona su antigua piel. Luego conoció a Alcibíades, cuyo olfato algo sospechaba de su antigua pitanza. La tomó sin embargo para sí por verla aún joven y saberla hábil para concluir exitosamente cualquier negocio, como en éste caso. Efectivamente, procedió a explicar lo acaecido con Anaìs, aclarando que preservó su virginidad hasta su regreso, para que él dispusiera lo que más convenga al asunto, permitiéndole hasta tanto a la niña atender el negocio por reversos. El hombre quedó muy complacido del talento de su manceba, restando solamente el examinar a la muchacha, asunto que ocurrió aquella misma noche, por el derecho de pernada que como amo tenía sobre ella, pero conservando para otro, aquello que quintuplicaba el valor comercial de la esclava.

Sólo al día siguiente se enteró, de labios de Noemí, que su esclava era la famosa "Perla Negra de Tierra Firme”. Y sólo entonces se puso a observarla con atención.

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La Pintá, segunda parte.

La Pintá, tercera parte.

La Pintá, última parte.

3
May

Entrevista a Germán Mundaraín Hernández [De racismo y un mundo unipolar]

«El documento final no responde a las aspiraciones de los pueblos»
por Silvia Cattori*, Sandro Cruz*

Algunos de los países europeos capitalistas más industrializados con un fuerte pasado colonial y de trata de esclavos demostraron una vez más su arrogancia cuando abandoraron la reunión cumbre de la ONU sobre el Racismo bajo el falso pretexto que el presidente iraní estaba predicando el odio con su discurso. La entrevista al embajador venezolano Germán Mundaraín, presente en esta cita mundial, nos aclara sobre las verdaderas razones del fracaso de esta reunión planetaria y cómo ésta ha sido saboteada por ciertos países.



28 de abril de 2009

Desde
Ginebra (Suiza)



Embajador Germán Mundaraín Hernández

Silvia Cattori: Durante estos últimos meses muchos Estados de América Latina y de otros continentes se comprometieron fuertemente en los trabajos preparatorios que debían redefinir los criterios y las normas en materia de lucha contra el racismo. Nada más terminar la “Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia” celebrada en Durban en 2001 Israel, por su parte, comenzó a propagar su hostilidad hacia la “Conferencia de Examen de Durban” [1] que acaba de celebrarse en Ginebra, ayudado por personalidades como Bernard-Henri Lévy y Elie Wiesel, y muchas organizaciones judías llegadas en grupo a Ginebra. La desinformación y las mentiras que había rodeado a la primera de las conferencias llegaron en Ginebra a su punto máximo.

Hay que recordar que Israel nunca ha aceptado que en Durban unas ONG pudieran estigmatizar sus políticas de “purificación étnica”, “de apartheid”, “de genocidio”, “de crímenes racistas” contra el pueblo palestino. Por lo tanto, el lobby pro-israelí ha hecho todo lo posible para hacer pasar por buena la endeble versión de que esta conferencia fue el teatro de manifestaciones “antisemitas”, de consignas “antisemitas”, aun cuando las políticas racistas que Israel lleva a cabo están perfectamente documentadas por el Comité Nacional Palestino [2].

Aquí, en en Ginebra, el brutal comportamiento de la diplomacia francesa, dirigida por Bernard Kouchner, ha chocado bastante [3]. ¿Acaso Francia no ha maniobrado para servir a los intereses de los ausentes Estados Unidos e Israel? Nadie puede ignorar que desde que Nicolas Sarkozy llegó al poder Francia ha hecho todo lo posible para arrojar sospechas sobre la “Conferencia de Examen de Durban”, blandir la amenaza de boicot y atraer a la mayor cantidad posible de países a su bando. Fue el embajador de Francia ante la ONU en Ginebra, Jean-Baptiste Mattéi, quien dio la señal de salida a los representantes de la Unión Europea durante el discurso del presidente iraní. Esto es la parte visible del asunto. ¿Qué ocurrió entre bastidores durante la preparación de esta conferencia y como han juzgado todo este escándalo las delegaciones que permanecieron en la sala y aplaudieron el discurso de Ahmadinejad?

Germán Mundaraín Hernández: Usted ha respondido al recordar que Francia y algunos países europeos llevaban tiempo trabajando para sabotear esta “Conferencia de Examen de Durban” celebrada aquí, en Ginebra. Pero, en realidad la “Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia” ya había sido saboteada en el propio Durban.

Dicho esto, hay que saber que en 2001 en Durban sólo Israel y Estados Unidos sabotearon y abandonaron la conferencia. Lo que ahora ha cambiado es que ambos países han encontrado algunos aliados. Pero no representan a una mayoría. Es un grupo de países que se podía definir como de países que fueron colonizadores, neo-colonialisitas, además de aquellos que sin haber sido ellos mismos países colonizadores, se beneficiaron del colonialismo.

En Naciones Unidas y en las organizaciones internacionales es una constante que cuando se trata de grandes crímenes y de grandes violaciones de los derechos humanos cometidos por las grandes potencias se ignoran, no se les da la importancia que merecen. No se quiere admitir que la colonización y la esclavitud fueron un crimen contra la humanidad. Del racismo, de la trata de esclavos queda una ideología: la ideología según la cual existe una raza superior y los débiles son considerados una raza inferior.

El racismo, la xenofobia, la exclusión son temas de los que las grandes potencias no quieren discutir. Del mismo modo que no quieren discutir sobre la crisis económica. Y es lo mismo. Los responsables de la colonización, de la conquista, de la trata de esclavos, del racismo, al igual que los responsables de la crisis financiera, no quieren discutir sobre el origen y las causas de estos fenómenos ni de las indemnizaciones a quienes son las víctimas de las consecuencias de estas dos grandes tragedias.

Silvia Cattori: La delegación palestina, de acuerdo con la Autoridad Palestina de Ramala, aceptó que se suprimiera toda mención a Israel y a la suerte del pueblo palestino que vive bajo la ocupación extranjera. ¿No cuesta entenderlo?

Germán Mundaraín Hernández: Esta conferencia ha estado condicionada por el chantaje, por las amenazas de retirarse hechas por un grupo de países. Estos países han condicionado el texto final a su presencia. En el espíritu de recuperar un consenso los demás países han hecho concesiones en el texto final, según las presiones que se han ejercido en relación a ello: no se quiere hablar de Palestina porque Palestina es una vergüenza para el mundo: un territorio ocupado, un pueblo que no puede ejercer su derecho a la autodeterminación y que es víctima de exclusión y de discriminaciones. No se quiere hablar del odio racial y de la difamación con el pretexto de defender la libertad de expresión.

La libertad de expresión es importante, pero supone responsabilidad y no se puede incitar al odio, a la guerra y al odio religioso. Y así, como en una época en que se demonizó a los judíos en la Alemania nazi, hoy en muchos países occidentales se demoniza a los musulmanes. Puedo poner un ejemplo muy claro: con frecuencia la prensa mundial habla de “terrorismo islámico” y nunca, que yo recuerde, ha hablado de “terrorismo católico” o “protestante” en Irlanda del Norte, ¿por qué? ¿Es que da la casualidad de que los musulmanes son terroristas? Puede haber musulmanes que sean terroristas, puede haber católicos o ateos que sean terroristas, pero ello no se desprende de su religión.

Silvia Cattori: Al acudir a esta conferencia, ¿sabía usted que iba a haber esta especie de confrontación entre dos fuerzas, que aquellos que no quieren que se toque a Israel y a la ideología del mundo unipolar iban a pesar en ella con todo su peso?

Germán Mundaraín Hernández: Sí, me lo esperaba. Estas son cosas que ocurren aquí, en la ONU. Se llama a una unidad contra el racismo, pero no hay unidad y no puede haberla. Desde el primer momento no hubo mucha unidad. Es muy difícil conseguirla porque estos países que he mencionado persisten en su ideología de la raza superior y en su creencia de que hay razas inferiores. Lo mismo que con la conferencia sobre la tolerancia. Ellos han dado muestras de su intolerancia. Un grupo de países se retiró de esta conferencia [5].

Al principio participaron en ella para obtener sus pretensiones y después se retiraron. Aquí el mundo lo ha podido ver en directo: cuando el primer día de la conferencia habló el presidente Ahmadinejad los representantes de un grupo de países (un pequeño grupo de 23 países) abandonaron la sala. No dieron con ello la mejor demostración de tolerancia. Lo mismo que aquellas personas que se aprovecharon de la falta de vigilancia del servicio de seguridad de la ONU para protestar contra el presidente iraní en nombre del Holocausto. No quieren reconocer a todas las víctimas. Ni que si los judíos fueron las víctimas del Holocausto, entre nosotros el Holocausto viene como una crisis financiera en la que aquellos que la sufren no son quienes la han causado.

Ningún país de América Latina ni del Caribe se retiró, ni tampoco ningún país de África ni de Asia. Ellos aplaudieron a Ahmadinejad y abuchearon a este grupo de intolerantes que habían programado el sabotaje y que no quisieron escuchar la intervención del presidente iraní. Además, éste no dijo nada que estuviera fuera de lugar. Los países occidentales demonizaron a Ahmadinejad. Aquí hubo discursos más fuertes, pero, a pesar de todo, la tomaron con Ahmadinejad.

Aquí hay países que niegan que el racismo haya sido un crimen contra la humanidad. Esto nos recuerda que los grandes crímenes continúan en la impunidad total. No se arrepienten, no han pedido perdón. Y menos aún están dispuestos a cualquier forma de indemnización. Y a veces recurren a subterfugios diciendo “no hablemos del pasado”, como dijo Obama en [la Cumbre de las Américas de] Trinidad. También nosotros, países en desarrollo endeudados, podríamos decir “no hablemos del pasado” cuando vamos al Fondo Monetario o al Banco Mundial.

Silvia Cattori: Por lo tanto, la “línea roja” que los diplomáticos franceses han definido como no superable ha servido para impedir que se califique al Estado judío de Israel de exclusivo, de racista. ¿Ha servido, por lo tanto, para hacer triunfar la política del doble rasero legitimando los actos criminales de este Estado ?

Germán Mundaraín Hernández: Creo que en esta conferencia el documento final no responde a las ambiciones de los pueblos del mundo.

Silvia Cattori: ¿La “Conferencia de Examen de Durban” se ha convertido en el lugar del fracaso para los pueblos que aspiran a la multipolaridad?

Germán Mundaraín Hernández: Yo no diría que es un fracaso. Yo no buscaría calificativos como fracaso o éxito, sin embargo afirmo que el documento no responde las aspiraciones de los pueblos del mundo. Los países que he mencionado no quieren oír hablar del tema de las indemnizaciones para los pueblos de África, de excusas, de arrepentimiento. No quieren hablar de la difamación de las religiones, de la islamofobia. No quieren hablar de Palestina. Creo que, como muchas otras conferencias de Naciones Unidas, está ha estado condicionada por las presiones y por el chantaje de un grupo. El mismo grupo que ha presionado para que la Asamblea General no se pronuncie sobre Palestina. Las mismas presiones que se han ejercido para impedir que la Asamblea General debata y busque soluciones a las crisis financiera. Las grandes potencias siempre quieren imponer su agenda.

Silvia Cattori: ¿Se puede concluir diciendo que el texto votado en aquí en Ginebra [6] supone un retroceso en relación al que se votó en Durban en 2001?

Germán Mundaraín Hernández: Yo no diría que se haya retrocedido. Diría que las cosas han permanecido en un doloroso equilibrio que mantiene el chantaje y la relación de fuerzas impuesto por los países occidentales. Creo que seguimos estando en el mismo punto, con el temor de que renazca el racismo bajo el efecto del aumento de la pobreza. ¿De qué color son los millones de niños que mueren cada día de hambre? Son indígenas o africanos. Esta crisis económica y financiera va a agravar la pobreza y provocar más exclusión y racismo frente a los emigrantes. La islamofobia es esencialmente un proceso que se ha acentuado en la década que va de los noventa a nuestros días. Y mi temor, por lo tanto, es que este documento no prepare las respuestas a lo que se está perfilando.

Silvia Cattori: ¿Cree usted que los partidarios de un mundo unipolar han estado tan agresivos porque empiezan a tener dificultades para imponer su visión de las cosas y sienten que se está esbozando una nueva relación de fuerzas?

Germán Mundaraín Hernández: Creo que prueban mecanismos para evitar que la multipolaridad se convierta en un catalizador que beneficie a los países en desarrollo.

Sandro Cruz: ¿Ha aumentado verdaderamente la fractura entre los dos bloques aquí, en la “Conferencia de Examen de Durban”? ¿Se van a despertar los pueblos del sur?

Germán Mundaraín Hernández: Yo no me arriesgaría a decir que los pueblos del mundo se han despertado. Diría que se están despertando. Están en el camino de despertarse. Si ya estuvieran despiertos, tendríamos otro documento final.

 Silvia Cattori
Periodista suiza.

Sandro Cruz
Periodista. Miembro fundador de la agencia de prensa latinoamérica IPI.

Fuente:http://www.voltairenet.org/article159869.html

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