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Esther Vivas: Los supermercados y la crisis alimentaria mundial

Esther Vivas

ALAI AMLATINA, 03/12/2008, Barcelona.- La crisis alimentaria ha dejado sin comida a miles de personas en todo el mundo. A la cifra de 850 millones de hambrientos, el Banco Mundial añade cien más fruto de la crisis actual. El “tsunami” del hambre no tiene nada de natural, sino que es resultado de las políticas neoliberales impuestas durante décadas por las instituciones internacionales. Hoy, el problema no es la falta de alimentos sino la imposibilidad para acceder a ellos debido a sus altos precios.

Esta crisis alimentaria deja tras sí a una larga lista de perdedores y de ganadores. Entre los más afectados, se encuentran mujeres, niños y niñas, campesinos y campesinas expulsados de sus tierras, pobres urbanos... En definitiva, aquellos que engrosan las filas de las y los oprimidos del sistema capitalista. Entre los ganadores, encontramos a las multinacionales de la industria agroalimentaria que controlan de origen a fin la cadena de producción, transformación y comercialización de los alimentos. De este modo, mientras la situación de crisis azota, principalmente, a los países del sur global, las multinacionales del sector ven multiplicar sus ganancias.

Monopolios

La cadena agroalimentaria está controlada en cada uno de sus tramos (semillas, fertilizantes, transformación, distribución, etc.) por multinacionales que consiguen grandes beneficios gracias a un modelo agroindustrial liberalizado y desregularizado. Un sistema que cuenta con el apoyo explícito de las élites políticas y de las instituciones internacionales que anteponen los beneficios de estas empresas a las necesidades alimenticias de las personas y el respeto al medio ambiente.

La gran distribución, al igual que otros sectores, cuenta con una alta concentración empresarial. En Europa, entre los años 1987 y 2005, la cuota de mercado de las diez mayores multinacionales de la distribución significaba un 45% del total y se pronosticaba que ésta podría llegar a un 75% en los próximos 10-15 años. En países como Suecia, tres cadenas de supermercados controlan alrededor del 95,1% de la cuota de mercado; y en países como Dinamarca, Bélgica, Estado español, Francia, Holanda, Gran Bretaña y Argentina, unas pocas empresas dominan entre el 60% y el 45% del total. Las megafusiones son la dinámica habitual en el sector. De este modo, las grandes corporaciones, con su matriz en los países occidentales, absorben a cadenas más pequeñas en todo el planeta asegurándose su expansión a nivel internacional y, especialmente, en los países del sur global.

Este monopolio y concentración permite un fuerte control a la hora de determinar lo qué consumimos, a qué precio lo compramos, de quién procede, cómo ha sido elaborado, con qué productos, etc. En el año 2006, la segunda empresa más grande del mundo por volumen de ventas fue Wal-Mart y en el listado de las cincuenta mayores empresas mundiales se encontraban también, por orden de facturación, Carrefour, Tesco, Kroger, Royal Ahold y Costco. Nuestra alimentación depende cada día más de los intereses de estas grandes cadenas de venta al detalle y su poder se evidencia con toda crudeza en una situación de crisis.

De hecho, en abril del 2008 y frente a la situación de crisis alimentaria mundial, las dos mayores cadenas de supermercados de Estados Unidos, Sam’s Club (propiedad de Wal-Mart) y Costco (de venta a mayoristas), apostaron por racionar la venta de arroz en sus establecimientos aludiendo a una posible restricción en el suministro de este cereal. En Sam’s Club, se limitó la venta de tres variedades de arroz (basmati, jasmine y grano largo) así como la compra de sacos de arroz de nueve o más quilos a un total de cuatro por cliente; en Costco se restringió la venta de harina y de arroz frente al aumento de la demanda. En Gran Bretaña, Tilda (la principal importadora de arroz basmati a nivel mundial) también estableció restricciones a la venta de arroz en algunos establecimientos al por mayor. Con esta medida se puso en evidencia la capacidad de las grandes cadenas de distribución de incidir en la compra y venta de determinados productos, limitar su distribución e influir en la fijación de sus precios. Un hecho que ni siquiera se había producido en Estados Unidos tras la II Guerra Mundial, cuando sí se restringió el acopio de petróleo, neumáticos y bombillas, pero no de alimentos.

Cambio de hábitos

Otra dinámica que se ha puesto de relieve frente a la situación de crisis alimentaria ha sido el cambio de hábitos a la hora de hacer la compra. Ante la necesidad, por parte de los clientes, de abrocharse el cinturón y buscar aquellos establecimientos con precios más baratos, las cadenas de descuento han sido las que han salido ganando. En Italia, Gran Bretaña, Estado Español, Portugal y Francia, estos supermercados han visto aumentar sus ventas entre un 13% y un 9% el primer trimestre del 2008 respecto al año anterior.

Otro indicador del cambio de tendencia es el aumento de las ventas de marcas blancas que ya suponen, según datos del primer trimestre del 2008, en Gran Bretaña un 43,7% del volumen total de ventas, en el Estado Español un 32,8%, en Alemania un 31,6% y en Portugal y Francia alrededor del 30%. Cuando son, precisamente, las marcas blancas las que dan un mayor beneficio a las grandes cadenas de distribución y permiten una mayor fidelización de sus clientes.

Pero más allá del papel que la gran distribución pueda jugar en una situación de crisis (con restricciones a la venta de algunos de sus productos; cambios en los hábitos de compra, etc.), este modelo de distribución ejerce a nivel estructural un fuerte control e impacto negativo en los distintos actores que participan en la cadena de distribución de alimentos: campesinos/as, proveedores, consumidores/as, trabajadores/as, etc. De hecho, la aparición de los supermercados, hipermercados, cadenas de descuento, autoservicios..., en el transcurso del siglo XX, ha contribuido a la mercantilización del qué, el cómo y el dónde compramos supeditando la alimentación, la agricultura y el consumo a la lógica del capital y del mercado.

- Esther Vivas es miembro de la Red de Consumo Solidario y de la campaña No te comas el mundo. Es coautora del libro Supermercados, no gracias (Icaria editorial, 2007). Publicado en AAVV Introducción a la Crisis Alimentaria Global, Barcelona, No te comas el mundo.

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Dic

Luis CASADO: Yo estaba allí…

La firme. Yo estaba. Así les voy a contar algún día a mis nietos, cuando llegue la ocasión. Ayer, 29 de noviembre del año de gracia de 2008, se fundó el “Parti de Gauche” (Partido de Izquierda) y servidor estaba entre los tres mil entusiastas participantes que llegamos hasta Saint-Ouen, suburbio proletario de París.


Desde el inicio de la reunión un pensamiento me atravesó el cucumelo: es la primera vez desde hace 35 años que tengo una buena razón para estar optimista y creer en el futuro, por primera vez en 35 años la voz de Allende, -“se abrirán las grandes Alamedas”-, encuentra un eco a escala planetaria.


El nacimiento del Parti de Gauche es el producto y la respuesta a la gigantesca crisis que sacude al mundo. Jean-Luc Mélenchon lo puso claro: “Siempre las crisis del capitalismo comienzan por ser financieras, luego se transfieren a la economía real y la crisis económica deviene crisis social, y por tanto crisis política”.


¿Podría una crisis de esta magnitud no traer consigo violentas convulsiones sociales?

Oskar Lafontaine, presidente de Die Linke, el partido de izquierda alemán, lo puso en evidencia al recordar una frase de Jaurès: “El capitalismo porta en su seno la guerra como los nubarrones la tormenta”.


El desafío de las fuerzas progresistas consiste en proponer una alternativa a la irracionalidad del mercado librado a sí mismo, a un mundo sin reglas que se traduce siempre por el imperio de la ley de la jungla en donde dominan los poderosos. Que suelen enfrentarse incluso militarmente usando al pueblo como carne de cañón.


Oskar, lo dijo en palabras simples: “Ante las estupideces que nos cuenta el neoliberalismo con relación a la crisis, Karl Marx, un hombre del siglo XIX, es inmensamente más pertinente y moderno”.


“Die Linke, precisó Oskar, rechaza los compromisos podridos que terminan por pagar los trabajadores. Die Linke rechaza las donaciones de las empresas, no para asimilarse al zorro que declara no amar la uva porque no puede alcanzarla, sino porque no queremos que nos corrompan”.


“El dinero, agregó, el crédito, cumplen una función social, por esa razón hay que nacionalizar la banca”.


Jean-Luc, en nombre del Parti de Gauche, propuso una respuesta orgánica: el partido.


Una respuesta programática que se traduce por la ruptura con el capitalismo y la planificación ecológica que debe proteger la naturaleza y determinar otro modo de producción que respete al hombre y a su entorno.


Una estrategia: la conformación de un Frente de Izquierda que debe reunir a la mayoría del pueblo de Francia.


“Hoy está de regreso la Francia rebelde y revolucionaria. Hoy todos somos socialistas, comunistas, trotskistas, ecologistas, libertarios. Hoy asumimos todo el pasado de la izquierda, incluyendo sus zonas de sombra, pero también el resplandor de la brillante luz de sus victorias. Reivindicamos a Robespierre que nos legó la República, a Rosa Luxemburgo y a Karl Liebnecht que se opusieron a las guerras fratricidas en Europa, a Louise Michel combatiente de la Comuna de París, a Jean Jaurès asesinado por oponerse a la guerra, somos herederos de la Revolución Rusa que por primera vez en la historia quiso sobrepasar el capitalismo, somos los hijos del Frente Popular, de aquellos que le arrancaron al capital derechos esenciales para los trabajadores… ¡Es fácil ser de izquierda cuando uno quiere!”


La palabra por fin liberada, efectivamente, es fácil ser de izquierda.


Es fácil rechazar la refundación del capitalismo anunciada a golpes de billones de dólares, para salvar el sistema y no cambiar nada en el casino, sino las reglas que se le aplican al croupier.


En la Francia de Sarkozy que desea imponer el trabajo hasta los 70 años, es bueno luchar por la defensa de la jubilación a los 60 años, conquista alcanzada por las luchas obreras y el combate político.


En la Francia de Sarkozy, que prepara la privatización de la educación, es bueno luchar por la escuela de la República que ha hecho del pueblo de Francia uno de los más cultos y productivos del mundo.


En la Francia de Sarkozy, que destruye uno de los sistemas de salud más avanzados e igualitarios del planeta es bueno luchar por la defensa de la salud pública.


Y es bueno luchar porque nunca los sistemas previsionales vayan a parar a las manos del gran capital. El capital nunca da nada gratuitamente. Su interés por la previsión social solo es una manifestación de su insaciable voracidad de lucro.


La palabra por fin liberada, efectivamente, es fácil ser de izquierda.


Jean-Luc también propuso un objetivo y puso muy alto el listón: en junio próximo se efectúan las elecciones al parlamento Europeo, momento irreemplazable para combatir el Acuerdo de Lisboa que consagra la Europa liberal.


Hay que hacer respetar la soberanía popular: los europeos han rechazado repetidas veces la construcción de una Europa al servicio de los poderes financieros.


El objetivo consiste pues en obtener más votos que la derecha, más votos que el partido socialista dominado por la impotencia del social liberalismo.


Porque el Parti de Gauche aspira a gobernar, a construir un movimiento ampliamente mayoritario, el Frente de Izquierda, para construir un nuevo modelo de sociedad en Francia y en Europa: la República Social.


Aquella en la que “los intereses del pueblo marcharán adelante, los intereses financieros detrás”.

Jean-Luc concluyó su discurso con una magnífica frase del filósofo francés Gaston Bachelard:

“El futuro no es lo que ocurrirá mañana, el futuro es lo que nosotros seamos capaces de construir hoy”.


Junto a los miles de militantes reunidos en Saint-Ouen, había representantes de los pueblos de Bolivia, cuya embajadora leyó un mensaje del presidente Evo Morales. Y también de Venezuela, y de Cuba.


Y por cierto de Chile. Servidor y Armando Uribe. La responsable de Relaciones Internacionales del Parti de Gauche precisó: “en representación de los socialistas chilenos, aquellos leales al combate de Salvador Allende”.


Por eso, como te decía, algún día les voy a contar a mis nietos, cuando llegue la ocasión, “La firme, yo estaba allí”…

Luis CASADO

30/11/2008


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