17
Nov

Rubén Darío Buitrón: [Alberto Acosta,] Noblemente ingenuo

Por Rubén Darío Buitrón
El ex Presidente de la Asamblea Constituyente empieza a levantar su voz contra las violaciones a la Carta Magna por parte de los mismos que la redactaron y aprobaron.
Es el tímido destape de Alberto Acosta. Ha reaparecido, con un despliegue importante, en espacios periodísticos de alta audiencia.
Con una actitud de respeto a sus conmilitantes y cuidado en sus palabras, el asambleísta más votado de la historia critica a sus ex colegas: en una amplia entrevista con diario EL COMERCIO, el 13 de noviembre de 2008 (www.elcomercio.com), opina que el vacío judicial se debe a que en la Asamblea hubo claros intereses para meter mano a la Corte Suprema. Y da un nombre: César Rodríguez, personaje muy cercano al presidente Rafael Correa.
Durante la reciente campaña por el sí, Acosta mantuvo silencio. Pese a que ya discrepaba con ellos y a que fue la primera víctima del buró correísta, prefirió callar, según él, para "no hacer juego a la derecha" y que no se produjeran fisuras internas que perjudicaran el voto por el sí.
¿Pensó, acaso, que su silencio bastaría para que los maquiavelos del oficialismo tomaran un rumbo ético en su conducta? ¿Realmente creyó que lo echaron de Montecristi "por el bien del proceso"? ¿Fue por eso que no acompañó a Mónica Chuji en las denuncias que ella hiciera antes del referendo contra las arbitrariedades antidemocráticas del buró?
En una reciente entrevista con Radio Democracia, Acosta mostró, de nuevo, su decencia. Pese a todo, llamó "amigo" a Correa, eludió confrontar a "su otro amigo", Fernando Cordero, y se calificó como "simple economista" cuando dijo que al no entender los atropellos y violaciones constitucionales de País es evidente que no sabe de tácticas políticas.
Cuando escucho a Alberto recuerdo las jornadas periodísticas en Montecristi como un ejercicio de asombro cotidiano para los reporteros.
Entre murmullos, con miedo a que los ojos y oídos del buró los vieran hablar con reporteros o pudieran escuchar sus llamadas telefónicas, un puñado de asesores de asambleístas de País se nos acercaba más en tono de desfogue personal que de decisiones valientes y oportunas para evitar lo que ahora ocurre.
Les parecía inconcebible que en un "bloque revolucionario" se produjeran incoherencias ideológicas, jugadas bajo la mesa, cambios de textos por manos fantasmas y votos a cambio de futuras candidaturas seccionales.
Gritaban entre susurros. Se preguntaban dónde habrá quedado la ética que debería implicar un proceso de cambios profundos.
Pero no lo hicieron en voz alta. Su justificación era, de nuevo, "no hacer juego a la derecha". El propio Acosta fustigaba a la prensa cuando esta quería indagar más: "Ustedes hacen farándula de la política".
Hoy, los disidentes empiezan a hablar. Y hablan libremente en los medios que tanto criticaron, porque los otros, los medios gobiernistas, no les dan espacio.
Ironías de la nobleza política. Y de la ingenuidad.

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