6
Jun

[Relato]Luis Alberto Mendieta: La Pintá, Última parte

La Pintá, escena final.

Mientras se acercaba al lugar escuchó una canción dulce aunque algo triste, y comprendió de inmediato que Pinzón la había compuesto en su honor.

Alcanzó a percibir Pinzón mientras cantaba, aquella fragancia a canela de su primer encuentro y calló de pronto. Miró hacia todos lados, dio varias zancadas hacia donde creyó percibir el aroma y al encontrarse con ella de pronto, entrelazó sus manos con las de su sirena y la acercó hacia sí, emocionado.

- ¡Sirena! – Trémula la voz- ¡Cuánto te he esperado, niña! ¿Por qué me has dejado cantando mi canción, solo, como un loco, tantos días? ¿Al menos la escuchaste alguna noche allá, entre las olas?

Su mirada reclamaba duramente, con mayor acento aún que las palabras.

Anaìs contempló enternecida la ingenuidad del muchacho y luego de abrazarlo fugazmente, se lo llevó hacia un rincón, donde acalló sus reproches con besos apasionados y le entregó sin importarle las consecuencias, aquello que el negrero tan celosamente había protegido de cualquier varón y de sí mismo.

En su brío de corcel impetuoso, en el vigor de toro enamorado que empeñó al poseerla, en la sensible percepción de sus apetencias a la mínima inflexión corporal, al más escueto suspiro, halló Anaìs en Pinzón al complemento que nunca volvería a encontrar en su vida.
Ante el infinito número de los ojos del Dios de Pinzón, parpadeando taciturnos como siempre, poseyó el hombre por primera vez en su vida a una mujer, creyendo que amaba a una sirena, sirena suya con sabor a canela y a sal.

Hasta que el horror de pensar en su amo despierto puso en pie a la esclava, de regreso al lugar del que partió, lamentándose el no haber dicho su nombre ni preguntado a su amante el suyo y temiendo que jamás podrían saberlo.

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Se encontraron a dos pasos de la puerta del camarote.

- ¿Dónde has estado, mujer? – Acento casual, siniestro el solapado matiz de fondo. – Asió furiosamente su cabello, como quien sujeta las plumas de un escobajo, rumbo al camarote.

Al entrar, lanzóse como un loco hacia ella y nomás tenerla junto a sí, presintió lo que había ocurrido. Madrugada aún.

Energúmeno, la tiró sobre la cama y luego de hacer jirones sus prendas hasta desnudarla totalmente, olfateóla como un furioso galgo allí, allí donde no debía, y de rabia la poseyó hasta que el asco dijo basta.

Al amanecer, consciente de que su negocio tomó un giro inesperado, juróse al menos desquitar la cuenta con la causa de su desgracia, sin atreverse a tocar a la esclava, por no acabar de estropear su mercancía, pero jurándose mantener la cuenta pendiente.

Empezó por asesinar al capitán de una puñalada y a traición en cuanto se opuso a su designio de matar al infractor y luego de sobornar al navegante y a cuantos pudo, se convirtió en Mayoral de alta mar.

A la conmiseración de los marinos ante su camarada y la ira por la muerte del capitán, interpuso doblones de oro y hasta prometió esclavos, ofreciendo aún más a quien acusara al culpable de tener tratos con su esclava. La tripulación miraba al sujeto como al lunático en que se convirtió, indecisa, mientras esperaba inquieta el día de su llegada al puerto. Por la tarde, dos días después y ante el peligroso silencio de los marineros, reunió a todos y parado sobre el castillo de popa exclamó:

- ¡Mil escudos por la cabeza del bellaco que violó a la negra! ¡Están aquí, en esta bolsa!

Y la abrió, dejando brillar a la vista de todos los presentes las monedas de oro. Luego introdujo una mano en ella y enterrándola entre las monedas, las sacaba a puñados que dejaba caer nuevamente en el talego. Repitió la operación varias veces hasta evidenciar que efectivamente estaba repleta de monedas de oro, sin perder de vista los codiciosos ojos de la tripulación, alucinada ante el espectáculo.

Las lenguas de la marinería acabaron por deslenguarse. Ataron de pies y manos a Pinzón, lo entregaron y exigieron la recompensa. El botín se repartió entre todos a partes iguales.

El negrero, consecuente con el hecho de que en tierra su venganza sería imposible, asesinó a Pinzón aprisa, empezando por descargar un terrible golpe en su cabeza, pese a que de cualquier modo estaba extenuado, luego de luchar contra toda la tripulación para salvar su vida.  Quería evitar escándalos, en caso de que la tripulación, en posesión del oro, se arrepintiera de haberlo entregado y volviera a rescatar a su compañero. Luego lo apuñaló varias veces, un poco por asegurarse, y otro por bajo instinto. Finalmente lo arrojó al mar como a un bulto, aprovechando que los marineros se encontraban atentos a la repartición del dinero.

De inmediato hizo circular botellas de ron, no sin antes condimentar la bebida con ciertos polvos que traía para ocasiones como ésta.

Luego, fingiendo intensa pesadumbre, se puso a contar la historia de Anaìs a toda esa gente, que formó un corro en torno suyo. Al finalizar, uno preguntó:

- ¿Y qué hay de la niña? ¿Aún podéis ir a recogella, no?
- ¡Grandísimo follón! ¿Es qué tan duro tienes el colodrillo, que no os hacéis cargo de quién está hablando aqueste hombre? –Respondió otro, agarrando por detrás la greñuda melena del primero-.

Fue entonces cuando empezó a surtir efecto el aderezo. El negrero tuvo algún trabajo en recoger cada una de las relucientes monedas. La mayoría quedaron desparramadas en cubierta, y fueron las más fáciles de recuperar; pero unas pocas costaron esfuerzo, pues fue menester arrancarlas de las manos de algunos, que aún en trance de muerte se negaban a liberarlas hasta el último aliento de vida.

***

Alcibíades llegó a Lima con la novedad de que la peste negra había acabado con toda la marinería y que de milagro había salido él con vida. El dueño de la embarcación y la Autoridad del puerto recibieron reporte de la penosa fiebre que mató al capitán y a toda la tripulación, hecho que obligó a la nao a permanecer en cuarentena en un punto alejado del puerto, junto con el negrero y sus esclavos, que milagrosamente, -advirtieron las autoridades, dejando para luego mayores averiguaciones- se salvaron de la peste. Declaró, colérico al enterarse de su inevitable cautiverio, que en cuanto terminara la cuarentena, marcharía hacia el puerto de Guayaquil, y de allí a Quito,  a vender a sus esclavos.

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sirena_cofre

Uno de los negros de Alcibíades logró escapar una noche. Tuvo que nadar muy poco para llegar a la costa, y de allí pasó a varios poblados de pescadores. Al llegar al último, se enteró de una aldea de cimarrones que vivía en las estribaciones de ciertas montañas, al sur, en el Ande, que aunque lejanas, eran seguro refugio para los esclavos fugitivos. Le obsequiaron los indianos pescadores algo de comer, compadecidos al verlo gris y macilento por el terror y el hambre prolongada. Luego le ofrecieron un jarro de aguardiente y a modo de agradecimiento, relató algo alucinado por los efectos del alcohol, la historia de un hombre que se enamoró de una sirena y tuvo amores con ella; al punto cantó la triste melodía que compuso el marinero en su honor, que se filtró aquella madrugada a las entrañas de la nao y llegó nítida a sus oídos, en mitad de la mar océano.

Finalmente añadió de su parte que toda la tripulación se había trastornado al escuchar que la Sirena repetía la canción de su novio, y aseguró que todos se lanzaron al mar, en un ataque de locura, a excepción de los esclavos, "porque estaban encerraos en la panza del navío".

Pasó allí la noche el cimarrón, contando detalles de esta y otras historias hasta que la brisa marina enfrió el ambiente y la luz de la fogata empezó a languidecer. Los aborígenes se fueron a dormir en cuanto se quedó dormido de borracho, porque no paró de beber en toda la noche y ellos llenaban otra vez la jarra en cuanto se vaciaba, por reír sus ocurrencias o lamentar en silencio sus desdichas.

Al alba, le despertaron los primeros rayos de un sol que atravesó la bruma para pegarle en la cara, luego de haber despejado un poco de la cabeza el aguardiente de la noche anterior. Se despidió brevemente, haciendo un gesto con la mano a un par de niños que habían salido a espiarlo, antes de internarse en la manigua, hacia el sur, en busca de libertad.

***

La leyenda de Pinzón y la Sirena llegó pronto a oídos de la gente de mar, por los pescadores, que llevaron la novedad a los puertos aledaños. Y con ella la canción, dulce y apasionada, que aún cantan algunos marineros de Cartagena de Indias, Panamá y otros puertos de las costas de lo que un día se conoció como Tierra Firme.

Cantan hasta caerse de borrachos, en alguna taberna cercana al puerto.

Son los marineros viejos. Son ellos recordando con nostalgia, por el tierno acento de la melodía, sus lejanos amores de juventud.

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La Pintá, primera parte.

La Pintá, segunda parte.

La Pintá, tercera parte.

6
Jun

Guillermo Navarro Jiménez: Tarifas Planas

guillermonavarrojimnezEl editorial del Diario El Universo del día martes 2 de junio del 2009, trae a nuestra memoria la profundidad de las reflexiones que se exhibieron en la Asamblea Nacional Constituyente sobre temas relacionados con el contenido del editorial, el cual, en momentos en que la pasión política desborda la razón, resulta refrescante por mirar al futuro de la Nación en su conjunto.

El editorial en mención si bien se refiere explícitamente al acceso Internet, limitado por el alto costo, en forma implícita trata de la creación de las mejores condiciones para posibilitar la integración del mayor número posible de ecuatorianos a lo que se denomina sociedad de la información, como de infiere de la referencia a los cambios tecnológicos.

El editorial por lo expresado coincide con la demanda establecida en el Artículo 17, segundo inciso de la Constitución vigente que dispone que el Estado: “Facilitará la creación y el fortalecimiento de medios de comunicación públicos, privados y comunitarios, así como el acceso universal a las tecnologías de información y comunicación, en especial para las personas y colectividades que carezcan de dicho acceso o lo tengan de forma limitada”. Coincidencia que es buen ejemplo para que todos los medios de información cumplan con su obligación de apoyar a la creación de una opinión pública que contribuya al cumplimiento de esa disposición.

La profundidad de la reflexión de la Asamblea Constituyente, a nuestro criterio, se demuestra en este caso, en que antes de definir el articulado, trató sobre los mecanismos que pueden contribuir al cumplimiento del rol asignado al Estado, entre los cuales vale citar las tarifas planas. Tipo de tarifas que, por extraño que parezca, está relacionado con el articulado referente a las empresas públicas, a las que se adjudica un carácter social por el destino del excedente, lo que les aleja tanto de la visión socialdemócrata que limitó el destino del excedente a la empresa, como de la visión utilitarista.

Así planteado el problema, la implantación de tarifas planas se viabiliza, ya que éstas tiene dos características básicas: el establecer un precio menor, no determinado por el tiempo de conexión y el tipo de servicio. ¿Cómo ello es posible?

Los servicios privados de Internet, exceptuando los satelitales y los que tiene redes de cables propias, arriendan los cables telefónicos de la Corporación de Telecomunicaciones, lo que encarece el servicio. Ante ello, la Corporación Nacional de Telecomunicaciones tiene la posibilidad cierta de reducir sus tarifas, sobre la base del valor pagado por los arrendatarios de los cables. Pero no sólo por esta razón es posible reducir las tarifas, existe otro elemento: el servicio de Internet que ofrecen las empresas públicas lo hacen a través de los cables telefónicos o de los eléctricos. Cables cuyo uso es pagado cuando se abonan las tarifas telefónicas o eléctricas. Efectivamente, lo único que hacen los servicios públicos de Internet es dividir el uso del cable en dos partes: voz y datos en el de las telefónicas, y datos y energía en el de la eléctrica.

A lo expresado debe agregarse que no siendo más la optimización de las utilidades el objetivo primero y último de las empresas públicas y que el excedente, luego de efectuarse las inversiones y reinversiones, deben transferirse al Presupuesto General del Estado como lo establece el artículo 315, tercer inciso de la Constitución vigente, es posible estimar el valor remanente de los excedentes y, en lugar de transferirlo al Presupuesto del Estado para que éste a su vez lo redistribuya, trasladarlo directamente a la ciudadanía a través de una menor tarifa de internet.

Las reducciones antes planteadas, no tienen por qué afectar al desarrollo de la empresa como seguramente algunos objetarán, puesto que el artículo 315 señala que la transferencia de los excedentes al Presupuesto General del Estado se realizará luego de las inversiones y reinversiones necesarias para su desarrollo.

En consecuencia, sin afectar al desarrollo de las empresas públicas, ni tampoco a su capacidad operativa, es posible establecer tarifas planas, a precios inferiores. Experiencia que, por otra parte se ha implementado ya en muchos países, en algunos de los cuales incluso se han establecido tarifas cero generales. En el país, empresas públicas como ETAPA de Cuenca, si bien en forma limitada, ha adoptado el sistema de tarifas cero, sin que se produzca la quiebra que ágilmente exhibirán quienes anteponen intereses privados al el progreso de la Nación en su conjunto.

6
Jun

Juan Paz y Miño: Revisionismo histórico

pazyminoEl Bicentenario del inicio del proceso independentista del Ecuador, que arrancó con la Revolución del 10 de Agosto de 1809, ha despertado entusiasmo en el país y enorme interés entre los países latinoamericanos que también conmemoran sus bicentenarios entre 2009 y 2011.

En todos los países del “Grupo Bicentenario”, se han realizado reuniones no solo de las Comisiones nacionales, sino de académicos que dictan conferencias o mantienen encuentros para discutir sobre la independencia latinoamericana, tan compleja en expresiones históricas. La literatura que se produce en cada país es abundante. En Ecuador, obras como las que ha publicado el Ministerio de Cultura, el BCE, el FONSAL, la Academia Nacional de Historia, varias universidades y hasta historiadores individuales por sus propios méritos, continúan enriqueciendo los conocimientos sobre el tema.

En medio de esa significativa producción internacional, también ha surgido una corriente revisionista, que reinterpreta los procesos históricos sobre la base de la manipulación selectiva de los hechos y el uso de documentación fragmentada. Cualquier científico social sabe que cuando se obra con esa metodología, se puede probar lo que sea.

En el Ecuador, el revisionismo histórico se ha instalado entre un puñado de escritores aficionados. De acuerdo con su versión, el 10 de Agosto en Quito es un “mito”. Su gran “prueba” es que el Acta quiteña no menciona la palabra “independencia”, pero sí una expresa declaración de fidelidad al Rey Fernando VII. Olvidan que algo parecido ocurrió en otros países. Concluyen que solo la del 9 de Octubre de 1820 es la “única” y “verdadera” revolución de Independencia. Y otras cosas más: Guayaquil liberó al Ecuador y a Latinoamérica, Bolívar “usurpador” acabó con la independencia guayaquileña, etc. Así, procesos significativos de la historia toman un giro distinto y se tergiversan.

El revisionismo, que además asume una abierta posición regionalista, usa el “guayaquileñismo” con fines políticos, pues aquí la “investigación” se concentra en la historia de los patricios y elites dominantes de la ciudad, para justificar sus reivindicaciones actuales de autonomismo, separatismo e independencia. Sobre la base de esas ideas, ha sido fácil a la derecha política cambiar el nombre del aeropuerto o proponer un nuevo nombre para el malecón, renegando de la historia latinoamericana. Sale Simón Bolívar y entra el nombre del ex presidente y alcalde León Febres Cordero, a quien el Congreso Nacional solicitó su renuncia en 1987 por las violaciones sistemática a la Constitución y a los derechos humanos. ¡Qué ironías de la historia!

Pero más allá de la política, el revisionismo tiene la oportunidad de oro para discutir sus tesis en los dos congresos de historia que se han organizado en Quito con motivo del Bicentenario: el uno, mundial sobre las luchas anticoloniales; el otro, de las Academias de Historia. Tienen el espacio ideal para confrontar sus argumentos con los historiadores serios del mundo. ¿Será que alguien más, ajeno a su círculo, les creerá?

6
Jun

Ángel Guerra Cabrera: Rebelión en la OEA

Angel Guerra CabreraALAI AMLATINA, 04/06/2009.- La derogación de la resolución que excluyó a
Cuba de la OEA hace más de cuatro décadas por la Conferencia de Cancilleres del organismo, celebrada en San Pedro Sula, Honduras, es otra señal del cambio de época que vive América Latina. El acuerdo desestimó los inaceptables condicionamientos que insistentemente pretendía imponer Estados Unidos, reiterativos del sesgo injerencista de
la resolución ahora revocada y una burla al consenso existente en América Latina y el Caribe de rechazar aquel acto ignominioso.

Por lo pronto, lo que evidencia la reunión de la OEA es un trágico conflicto en que se debate Washington. Por un lado, su irrefrenable arrogancia imperial lo impulsa, más allá de cambios cosméticos, a perpetuar la misma actitud punitiva respecto a La Habana que ha
mantenido durante medio siglo. Por el otro, la imagen de cambio de política que intenta proyectar al sur del río Bravo al proclamar un nuevo enfoque en el trato hacia sus vecinos no resultará creíble hasta que levante el bloqueo y renuncie a la hostilidad contra Cuba. En este
sentido, cabe reconocer que al aceptar finalmente la anulación de la exclusión de Cuba el gobierno de Barak Obama muestra una sensibilidad hacia la nueva realidad de América Latina que habría sido impensable durante el de su nefasto antecesor.

Como ya había ocurrido en marzo en la cumbre de Puerto España, Cuba fue el centro del debate en la reunión de San Pedro Sula aunque no estuviera en la agenda. La Habana ha expresado de manera muy clara que no regresará a la OEA, de modo que lo que estaba en discusión era la
reparación por los estados miembros –incluido Estados Unidos- de una aberrante injusticia histórica, como señaló el presidente del país anfitrión, Manuel Zelaya, en un discurso honesto y valiente como pocas veces se ha escuchado en una reunión del obsoleto mecanismo.

La resolución adoptada por los cancilleres pone fin a otra impuesta por Washington a punta de sobornos, amenazas y chantajes, contando de antemano con el voto de dictaduras sangrientas como las de Trujillo, Somoza, Stroessner y otros gobiernos genuflexos. La OEA fue bautizada en
aquel momento como ministerio de colonias de Estados Unidos por el ilustre canciller cubano de entonces, Raúl Roa, calificativo ganado ampliamente por la complicidad del ente, antes y hasta hoy, con la criminal política intervencionista de Estados Unidos en la región.

Todos los gobiernos latinoamericanos, sin excepción, tienen relaciones diplomáticas plenas con Cuba, cuyo ingreso al Grupo de Río y participación en la primera Cumbre de América Latina Latina y el Caribe, celebrada en diciembre pasado en Brasil, mostró la voluntad unánime e
incontrovertible de sus jefes de Estado y gobierno de reparar definitivamente la exclusión de la isla de los foros regionales. Era muy clara la postura latinoamericana en San Pedro Sula y muy clara también la intención inicial de Estados Unidos de impedirla con condicionamientos que vulneran la propia carta de la organización, como demostró el presidente Zelaya al dar lectura al artículo que reconoce el derecho de los estados miembros a elegir el sistema económico, político y social que decidan, sin interferencia extranjera.

Washington debe entender el trascendental cambio social y político que está ocurriendo en América Latina y olvidarse de que un mero cambio de retórica y estilo en su política exterior, aunque conserve la misma sustancia imperialista, hará deponer los aires de independencia y
rebeldía que emanan de las calles, las minas, las veredas y las fábricas de nuestra América. Los cambios en América Latina son de tal naturaleza que la OEA, ya no puede funcionarle al imperio como en otros tiempos. La OEA nació del panamericanismo, encarnación de la doctrina Monroe. José Martí la fulminó mucho antes de que naciera, cuando a propósito de la Primera Conferencia Panamericana, en 1889, sentenció: “¿A qué ir de aliados, en lo mejor de la juventud, en la batalla que los Estados Unidos se preparan a librar con el resto del mundo?”

En todo caso, América Latina y el Caribe necesitan una estructura regional propia como lo han reclamado Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales y Daniel Ortega, ajena a potencias extraregionales, reivindicadora del ideal bolivariano de independencia, unidad e integración.

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