13
Feb

Polvo-y-olvido

Por Luis Alberto Mendieta

María Belén sin duda es esa clase de jovencitas que cualquier hombre voltea a mirar por su sensual atractivo.

¡Cómo podrías olvidar su primera noche juntos! Tan a su manera, que te sentiste una bestia, un animal devorando aquello que el demonio te arrojó por entretenerse un rato, por ver tu reacción. Y es que estando en lo mejor, en la cúspide de la refriega, la Belén con su beatífica sonrisa te arrebató el placer en el instante más inoportuno.

Es de aquellas que están absolutamente convencidas del valor de su clase social, y desprecian todo aquello que consideren vulgar o rústico. Sin embargo su naturaleza, en el fondo, es sencilla y quizá hasta dulce, pero cuando el demonio del capricho entra en su corazón, exhibe una personalidad que fácilmente humillará a quien no sepa tratar con personas de su nivel. Le resulta sencillo aplastar al que se le ponga por delante con un par de palabras o el más mínimo gesto, porque el poder del dinero ha creado en sus ojos dos tizones que brillan en ése rostro pálido suyo de Virgen María adolescente, con actitud capaz de abatir murallas, armada únicamente de intrepidez.

La María Belén… Ella y su aura virginal, entre la centena de compañeras suyas, mocosas libertinas, carentes de honestidad… Tal como tú.

Esa actitud angelical que te excitó siempre de ella, infame ironía, fue la que llegaste a odiar, porque sus malditos orgasmos tenían algo de advenimiento sagrado, de ceremonia vestal, de pacto divino en el que tu alma le pertenecería para siempre. Mal polvo la María Belén… ¡Maldita sea! Mal polvo. Mujer ideal para cualquier hombre sensato y el mejor partido del mundo para ti… Pero mal polvo al fin y al cabo. Te asqueaba su prosaico amor de jovencita perdidamente enamorada de su maestro porque siempre quisiste hembras-animales, mujeres de sangre caliente y mirar lujurioso, aficionadas a los placeres de la cama: hembras regodeándose en el hecho de que las poseyeran para olvidarlas cinco minutos más tarde: mujeres-fáciles, mujeres-polvo-y-olvido, polvo y olvido…

Hasta que una tarde su recuerdo te arrancó un estremecimiento porque caíste en cuenta, espantado, que pese al aparente disgusto, empezaste a añorar la llegada del sábado para repetir en tu lecho su extraño ceremonial.

Enero/2010.

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