"Todos somos iguales, pero algunos somos más iguales que otros”. La irónica frase de la novela ‘Rebelión en la granja’ parece encajar, perfecta, en ciertos espacios de la política nacional.
La escribió el inglés Eric Arthur Blair, quien, bajo el seudónimo de George Orwell, dejó obras literarias fundamentales para reflexionar sobre el poder.
Publicó poco y murió joven, pero con ‘Rebelión en la granja’ y su libro más famoso, ‘1984’, denunció el absolutismo, la estigmatización a los críticos y la incapacidad del poderoso para escuchar lo que no quiere oír.
Como dice Rosa González en el ensayo introductorio de ‘Rebelión...’ (Ediciones Destino, 2004), hablar de las épocas orwellianas es “evocar los temas más nocivos y siniestros de cualquier régimen absolutista”.
Orwell, abiertamente ligado a las ideas de izquierda y comprometido en su trabajo con los más pobres, soñaba con la construcción de una sociedad profundamente equitativa. Soñaba con que ningún ciudadano fuese inferior a otro. Idealista y utópico, creía que es posible armar un proyecto político desde el debate plural, desde el respeto al que piensa diferente, desde la capacidad de entender al otro, desde el no tener vergüenza de rectificar.
Por eso se fue a España a luchar junto a los militantes antifascistas en la guerra civil, pero pronto descubrió otras realidades: “La historia se escribía no en función de lo que ocurría sino lo que debía haber ocurrido, según la línea del partido”.
Preocupado por el creciente desprecio a la verdad, Orwell configuró un mundo de pesadilla: “El Dirigente controla no solo el futuro sino el pasado. Si el Dirigente dice que aquello no ocurrió, pues no ocurrió. Y si dice que dos más dos son cinco, pues, bueno, serán cinco”.
Golpeado por la fuerza de los hechos -cuenta González-, “a partir de aquella experiencia el objetivo de Orwell será denunciar los absolutismos como sistemas político-sociales repudiables, indistintamente que sean de derecha o de izquierda”.
George Orwell sostenía que los intelectuales “solo permanecen íntegros si se mantienen al margen de los grupos políticos”. Desconfiaba de la tesis del partido único y detestaba a ciertos ideólogos, a quienes llamaba “bolcheviques de salón”.
Llegó a aborrecer las estructuras caudillistas, dogmáticas, inflexibles. Advertía que el poder tuerce la verdad histórica para imponer conductas y denunciaba que las formas de control social más nefastas son la persuasión psicológica y la manipulación de mensajes para sembrar miedo.
Contra el absolutismo y la censura, ‘Rebelión en la granja’ reafirma un valor irrenunciable: “Libertad es el derecho de decirle a la gente lo que no quiere oír”.
30
Ene
Rubén Darío Buitrón: Los absolutos
30
Oct
OPINIÓN DEL LECTOR: Luis Corral C.
--
Escribo desde Manabí, Santa Ana, uno de los centros montubios más importantes del litoral ecuatoriano. La verdadera e insobornable "izquierda" es el pueblo, entendámoslo alguna vez. Entendamos que el cambio de época supone la superación del esquema perverso de representación democrático y que hoy se abren con fuerza dos ideas centrales en la construcción de una nueva y autentica democracia, recordémoslo una vez más: el gobierno del pueblo: 1) Liderazgo colectivo y primarias para la selección de los delegados del pueblo a la función pública:_ las primarias constituyen un sistema de filtros para las aguas servidas de la política tradicional: no pasarán los corruptos, no pasarán los esbirros, no pasarán los vivos, pasará la gente que este dispuesta a aplicar los mandatos del pueblo, sopena de la revocatoria de su mandado. 2) Votamos por Mandatos no por individuos. Los mandatos son políticas públicas que deben ser aplicadas forzosamente, como parte de un plan mínimo o programa mínimo elaborado por las organizaciones territoriales de base, ejemplo parroquias rurales y urbanas; y, por agregación, organizaciones territoriales, de segundo, tercer grado, cantón, provincia, región, país, etc. Por ejemplo: generación de empleo para los jóvenes como obligación del Estado. Debemos pelear por la incorporación de una norma en la Ley de Partidos y en la del Poder de Transparencia y Control social, mediante la cual se sancione el incumplimiento del mandato social o programa de gobierno prresentado por los postulantes a las diversas magistraturas: su incumplimiento determinaria por mandato de ley, sin necesidad de que el pueblo salga a la calle, la revocatoria del mandato de la autoridad respectiva. 3) Votamos por también por un Modelo de Desarrollo: o un modelo de economia solidaria, generadora de trabajo y sustentable ecológica y tecnológicamente o por un modelo de economia de mercado, extractivista, tecnológicamente dependiente y antiecológica. Con los objetivos claros, es obvio que habrá un proceso de transición que nos conduzca con un mínimo de certeza hacia un nuevo país, en los próximos lustros.
Luis Corral C
---
N/E: Luis Corral es catedrático universitario y miembro de la Red de Asambleas Territoriales de Quito.