1
Jun

Guillermo Navarro Jiménez: Los poderes fácticos

guillermonavarrojimnez1El señor Martín Pallares, editor de la sección política del Diario El Comercio, en su artículo publicado el 31 de mayo del 2009 bajo el título: “Las cuentas del imperio”, se refiere a los poderes fácticos, en sus palabras, como un nombre zoquete utilizado por el Presidente Correa cuando se refiere a la prensa “corrupta, sesgada y entregada”. Sus expresiones van mucho más allá, cuando reclama que se proporcione al Presidente de la República un diccionario, seguramente para que se entere que el uso de ese concepto respecto a los medios de información, en este caso la prensa escrita, es equivocado. Apreciaciones que merecen algunas observaciones.

Hemos de comenzar señalando que del texto del señor Pallares no es evidente si lo que pretende es decir que el concepto no existe, (cuando reclama se provea de un diccionario al Presidente); o que existe pero cree que no es aplicable a los medios de información; o que si existe, lo conoce y en consecuencia lo oculta. Ante ello analicemos estas posibilidades.

Si el señor Pallares asume que fáctico significa “Perteneciente o relativo a hechos” o “fundamentado en hechos o limitado a ellos en oposición a teórico o imaginario”, como lo establece el diccionario de la Real Academia Española, y considera que esas acepciones son extensibles y consecuentemente aplicables al concepto poder fáctico aparentemente tendría razón, ello bajo el supuesto no consentido de que éstas sean acepciones aplicables a ese concepto. No consentimiento que se sustenta en un hecho innegable. Si se revisa la acepción que el mismo diccionario atribuye a poder fáctico, se constata que se entiende como: “El que se ejerce en la sociedad al margen de las instituciones legales, en virtud de la capacidad de presión o autoridad que se posee; p. ej., la banca, la Iglesia, la prensa”, definición que pone en evidencia que el concepto esta registrado por el diccionario y, que no sólo lo registra, sino que entre los poderes fácticos cita, incluye a la prensa, como lo ejemplifica la Real Academia Española de la Lengua. Por lo dicho, todo apunta a señalar que el señor Pallares sólo conoce las acepciones de fáctico y desconoce el correspondiente a poder fáctico, por lo que considera que no procede su uso y peor su aplicación en el caso de la prensa. Siendo ello así lo prudente sería satisfacer el pedido del señor Pallares cambiando, por cierto, de destinatario, puesto que quien requeriría el diccionario sería el señor Pallares.

La segunda alternativa es que el señor Pallares si conozca la acepción del concepto poder fáctico. En este caso lo estaría escamoteando en claro esfuerzo por manipular la opinión pública, lo que justificaría los calificativos de “corrupta y sesgada” que, según el señor Pallares, el Presidente de la República adjudica a los medios de información. Calificativos a los que agregaría el de anti éticos, por dos razones: por tratar sobre un tema que desconocen si la primera alternativa es la cierta; o por ocultar parte de la realidad a la que hacen referencia, si la segunda alternativa es la que procede.

25
Sep

Jaime Galarza Zavala: ¡La cabeza del obispo!


Escritor, Premio Eugenio Espejo 2007

No, por favor. No estamos pidiendo la cabeza del Arzobispo de Guayaquil, el sacerdote español Antonio Arregui, por mucho que haya iniciado la guerra religiosa so pretexto de combatir la nueva Constitución, mañosamente calificada de anticristiana y abortista.

Lo que queremos es demostrar que el Arzobispo crucifica la verdad histórica cuando afirma que a lo largo de dos mil años la Iglesia Católica solamente se ha preocupado del bienestar de la humanidad.

No pretendemos ahora referirnos a todos los tenebrosos capítulos de esta historia, en que la Iglesia fue protagonista principal. Recordaremos tan sólo uno en que todo un pueblo se alzó y exigió la cabeza de su obispo.

Era el 5 de Agosto de 1949. Ese día, en horas de la tarde se convulsionó la tierra con fuerza destructora en la Provincia de Tungurahua. Cayeron casas y templos, colapsaron poblados enteros,  puentes y caminos. La contabilidad era de espanto: cinco mil muertos, veinte mil heridos, cien mil damnificados.

“De Obispo del Terremoto se transformó en Arzobispo de los negociados petroleros”

Fue tal el impacto mundial de esta catástrofe, que enseguida se puso en acción la solidaridad mundial. La ayuda llovió desde el cielo: numerosos aviones aterrizaron en Quito con alimentos, ropa, cobijas, vajillas, medicinas, herramientas, sanitarios. Para manejar el generoso aporte internacional el Presidente Galo Plaza constituyó una así llamada Junta de Reconstrucción, a cuya cabeza puso al Obispo de Ambato, Bernardino Echeverría.

Los damnificados se agolpaban en casuchas de estera y en improvisados  tugurios. La famosa ayuda no llegó nunca hasta ellos, pero por las noches flotas de “carros fantasmas”, como los bautizó la gente, entraban a las bodegas de la Junta de Reconstrucción y salían cargados
del preciado tesoro con rumbo desconocido.

El Alcalde socialista de Ambato, Neptalí Sancho, hombre de raigambre popular, convocó una movilización de protesta, que resultó gigantesca: la Marcha de la Sanción, en la que participamos. Esa noche, multitudes iracundas, blandían amenazantes antorchas. De pronto partió el aire una consigna espontánea que se volvió clamor: “¡La cabeza del Obispo, la cabeza del Obispo!”

A tal punto llegó el ánimo justiciero que la masa, tan católica, quería decapitar al Obispo Bernardino Echeverría.

Pasó el tiempo. Ya sin autoridad entre los feligreses de su Curia, el Presidente interino Otto Arosemena Gómez (1967/68), juntando fuerzas con la oligarquía de Guayaquil logró sacarlo del pantano y consiguió que el Papa le designara Arzobispo de Guayaquil.

De Obispo del Terremoto -como le motejaron los ambateños- se transformó en Arzobispo de los negociados petroleros, aplaudiendo y bendiciendo los contratos turbios del Caso ADA, para el gas del Golfo, y la decena de “Contratos Modelo” para el saqueo de la Amazonía, en todos los cuales fulguró y se apagó vergonzosamente la estrella  política de Otto Arosemena.

Por lo demás, entre misas y cocteles, Bernardino Echeverría apuró suculentos negocios a favor de la Curia porteña, como fue la construcción del Gran Hotel Guayaquil, cuya venta perfeccionó su sucesor, Antonio Arregui, el Arzobispo del Opus Dei y nuevo prócer de  Pelucolandia...

17
Sep

A TRANSFORMAR REVOLUCIONARIAMENTE LA IGLESIA DESDE ADENTRO

Margarita Aguinaga

Colectivo Feminista.

  • El atroz silencio de la Iglesia Jerárquica, de más de veinte años de aplicación del modelo neoliberal y su belicosa actual minicruzada religiosa: machista, patriarcal, capitalista, homofóbica y defensora de la privatización de la educación, muestra que este grupo religioso conservador, ha sido parte de la derecha oligárquica que ahora está en crisis y no alcanza a restituir los poderes que acumularon en su beneficio con la política neoliberal.  Quieren hacer el papel de los partidos de derecha, pero parece que tampoco van a lograrlo.

  • La Iglesia jerárquica representa a una de las estructuras más antidemocráticas de la historia.  Que yo recuerde, ni Mons. Arregui ni el Papa Benedicto XII fueron elegidos ni por medio de asambleas ni por medio de un voto. Ellos se eligen solo entre las jerarquías.  ¿De qué democracia pueden hablar? ¿Quiénes son ellos para enseñarnos qué es democracia?  Ellos representan un “poder omnímodo”.  ¿No sería mejor que se despojen del poder omnímodo, democraticen la iglesia y en esa medida se metan en los temas del estado y de la ciudadanía?.  Sería coherente, si los cristianos eligieran a sus representantes eclesiales, si la mayoría de cristianos pudiera preguntar, criticar, cuestionar al poder “absoluto” que ellos quieren representar, entonces empezarían a cambiar las estructuras conservadoras, monopólicas y monolíticas de la iglesia.

  • Para democratizar la iglesia, por ejemplo, se podría empezar a hacer circular todos los domingos en la hojita dominical que ahora la jerarquía utiliza para enviar sus propuesta políticas programáticas en contra del aborto, del matrimonio gay y para defender los privilegios de la iglesia y de la derecha, para permitir un debate democrático, amplio y dejar que las mujeres que abortan, los gay, las lesbianas, transexuales y demás, muchos de ellos y ellas cristian@s, manifiesten su opinión, digan por qué abortan, porque tienen opciones sexuales diferentes y por qué les importa tener derechos humanos.. ¿No es de sumo autoritarismo quitarles la palabra a otros?  ¿De qué libertad de conciencia religiosa pueden hablar, de la libertad que ellos tienen de opinar mientras la mayoría de cristianos no pueden hacerlo?  Muy parecido a lo ocurrido en la inquisición y en los tiempos de la colonización española: solo la jerarquía opinaba, decidía sobre miles de cuerpos quemados en hogueras, miles de indígenas apilados en las mitas o miles de cuerpos de mujeres violados por los españoles, mientras “evangelizaban”.

  • ¿Por qué sí la iglesia representa un poder político, no es una estructura que rinda cuenta [de sus actos] a la sociedad? Si ejercen su ciudadanía haciendo uso del poder que les dio algún superior a sus rangos, utilizando el campo religioso, entonces deben someterse a las leyes y a las reglas de la más básica democracia como todos los demás ciudadanos.  Si van a ejercer la política sobre los otros, deben estar sujetos a que otros lo hagan en relación a su grupo de poder. O si no, es mejor retirarse a ejercer sus votos religiosos y dejar que los asuntos de la democracia, del estado y la ciudadanía los definan quienes hacen parte en concordancia o crítica a estas estructuras mencionadas.

  • En la misma línea, qué yo recuerde, en todos estos años, las mujeres nunca han sido consultadas al interior de las parroquias ni al interior de las comunidades pastorales cuáles son sus necesidades.

¿Qué cuerpos femeninos y masculinos están defendiendo? La desatención que la Iglesia ha tenido frente a las problemáticas de las mujeres, siempre ha sido evidente. Solo para mencionar, en los últimos veinte años, no recuerdo que ninguno de los representantes de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, haya tomado ni apoyado grandes medidas en contra de la mercantilización de los cuerpos de las mujeres.  Con el silencio cómplice de ustedes, se ha incrementado la migración de la mano de obra femenina, se ha incrementado el tráfico sexual de niñas, adolescentes y mujeres por medio de las transnacionales exportadoras de cuerpos; razones por las que han muerto miles de mujeres y otras miles son explotadas en manos del gran capital. Ningún medio de comunicación ha sufrido una censura de su parte por mostrar cuerpos de niños, niñas y mujeres para vender productos.   Todas están mujeres han puesto sus vidas para defender a sus familias, mientras ustedes gozan de todos los privilegios, control de propiedades educativas y otras, de poder, de excelentes situaciones, comodidades para sus vidas, mientras una gran parte del pueblo hasta hace poco vivía con un dólar diario.  No entiendo, ¿a nombre de qué Dios, qué vida es la que ustedes dicen defender?

  • Usted sabe que se rumora hace años que muchos sacerdotes de la jerarquía, han hecho de sus votos de pobreza, obediencia y castidad una moral impracticable. Ustedes dicen que estos “actos sacerdotales erróneos son particulares”, sin embargo, son producto de la crisis de sus estructuras, de los excesos de poder, de la concentración de riquezas, de la doble moral y de su incapacidad de transformar revolucionariamente a la Iglesia desde adentro. No entiendo qué reclaman y bajo qué criterio ustedes pueden cuestionar a las mujeres que abortan, no entiendo con qué moral ustedes pueden decir que es bueno o malo que las mujeres decidan sobre sus cuerpos, si ustedes han hecho de sus propios preceptos morales y de su práctica una farsa.  Si la moral es política, viniere de donde viniere, y si la moral y política son un asunto público, ¿no sería justo, utilizar el poder de la iglesia para localizar en dónde realmente están los sepulcros blanqueados?, seguro el poder de la iglesia no solo tambalearía.

  • Por la justa memoria histórica que debería permitirnos asumir una vida transparente y solidaria.  ¿Quién de ustedes ha tomado cuenta del sometimiento histórico que han sufrido las mujeres luego de la conquista española.  El mestizaje fue fruto de un proceso de continuas violaciones sobre los cuerpos de las mujeres.  ¿Cuándo los sectores conservadores de la iglesia, entre ellos el Opus Dei, han juzgado aquellos hechos? ¿Sabía que la mayoría de este pueblo ecuatoriano,  es producto cultural y sexual, de violaciones históricas sobre los cuerpos de las mujeres?  Esto se llama cultura dominante. Ese es el eje del patriarcado y del androcentrismo en el Ecuador.  Tan semejante a la actual cultura que sigue existiendo, en la que muchos hombres dentro de sus casas violan a sus esposas, otras sufren violaciones en la calle, con la vista y parsimonia de la iglesia, pues los miles a los que hace mención el dato son cristianos.  Pregunta sensata: ¿qué hace la iglesia contra esos actos?  ¿No sería importante hablar de aquello en su hojita dominical?  Tal vez así, se reducirían los abortos en este país. Mientras tanto no hacen sino parte de la cultura neocolonial que han ejercido desde hace siglos y cae por su propio peso, la “gran preocupación actual de la iglesia por la vida”.

Para que no quepa duda, estos temas no son para orientar el voto solamente hacia el Sí crítico en el Referéndum, sino para colocar un debate público que va más allá del voto y del 28 de setiembre. La situación de las estructuras de las iglesias y todos los problemas sociales-económicos-sexuales, que ha provocado su doble práctica y la crisis política, ideológica de su “omnímodo poder”, va más allá de aborto y de la unión homosexual. Una revolución ciudadana que se precie de serlo, necesita exponer estos temas, no velarlos, porque son materia del patriarcado, del capitalismo y del neocolonialismo, los sistemas más injustos que conocemos. Bajo este prisma histórico, lo que tiene que ver con los cuerpos de las mujeres y la necesaria transformación revolucionaria de la iglesia desde adentro, no son materia de segundo orden, no son problemas a resolverse entre las cúpulas de poder, deben estar en el debate público, en las demandas democráticas y en la acción política transformadora de los pueblos y de sus gobiernos.

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