En 1972, el Oscar a la mejor película extranjera fue para “El discreto encanto de la burguesía”, de Luis Buñuel (1900-1983). En ella el director español ridiculiza a la aristocracia y retrata, en forma sarcástica e irónica, a la burguesía. Aparece una clase llena de prejuicios, incapaz de superar la ridícula autoestima de su origen y posición social, que se reproduce en sus propios círculos de apellidos y méritos existenciales, atrapada en las propias autoestimas y adulaciones, en la fatuidad de su poder económico, en las apariencias de su supuesta erudición y cultura, tanto como en la vana superioridad que cree le rodea, escondida en la etiqueta de relumbrón, los costosos trajes, alcobas y salas que sigue en sus sueños. Una burguesía que, con su alcurnia hipócrita, va sin rumbo cierto, sin fin. Camina y camina…
Desde que la ví, la película de Buñuel me ha parecido digna de la burguesía ecuatoriana. Uno de sus retratos más aplicables, por la cercanía de los comportamientos y de la “cultura” que sigue caracterizando a nuestras elites más encumbradas por el poder económico o social. Rastros de esa formación histórica los tenemos en excelentes fuentes. Una de las más importantes, por ejemplo, las “Noticias secretas de América”, escritas por los marinos don Jorge Juan y don Antonio de Ulloa, en el siglo XVIII. Además de sus magníficas descripciones sobre la economía, la sociedad y el poder en la Audiencia de Quito, ellos pintaron el comportamiento de las aristocracias locales, su incultura general y su vida aparentosa, casi en las mismas líneas que bien habrían servido de base para el guión de la película de Buñuel.
Desde ese pasado hasta el presente, las cosas no parecen haber cambiado en su espíritu esencial. En los días pasados escuchaba en una radio local las intervenciones de unos selectos personajes que hablaban sobre la “responsabilidad social empresarial”. Se ufanaban de cómo enfrentar los riesgos, los “valores” que la empresa debe transmitir, los compromisos “éticos” internos, los controles de calidad y sobre los impactos para el medio ambiente, la competitividad responsable, etc. Casi ni una sílaba sobre los trabajadores, a no ser para reclamar la necesidad de su “identidad” con la empresa. Nada sobre mejorar salarios, promover el bienestar laboral, respetar e incluso aumentar derechos, fortalecer la seguridad social. ¿De qué “responsabilidad social empresarial” hablan?
Y en las últimas semanas ha sido fabulosa la creación de mitos para el combate político: que la dolarización va a caer, que solo se sostiene hasta mayo, que han llegado contenedores con la nueva moneda, que es preferible votar por un corrupto antes que por un déspota, que la patria se derrumba económicamente, que hay que apuntar al “segundo” (¿Lucio o Alvarito?) y así por el estilo. Todo ello se conversa y se disfruta a nivel de nuestras burguesías y se corre como rumor a toda escala. Lo interesante es que esas elites se convencen a sí mismas de todo ello. A lo Buñuel. Y creo que es bueno que así ocurra. Caminan y caminan…
Los miembros del Club de la Unión, más que cualquier grupo de las cúpulas económicas del Ecuador, se ven más o menos bien retratados en la película. Sus aires de superioridad producto de la riqueza mal habida y sus apellidos productos de la mixtura de las inmigraciones de las últimas décadas, que reflejan un espíritu terriblemente acomplejado al constatar que sus aportes al desarrollo histórico de la sociedad nacional, tanto en el ámbito cultural (creación estética de literatura, pintura, arquitectura, escultura, filosofía),como en la propia actividad de la política trascendente, es decir la que produjo grandes hechos históricos, como los acontecidos en cualquier región del Ecuador y de América durante toda la colonia, (revoluciones de alcabalas, de encomenderos, de los barrios, de los indios -muchas veces-) hasta los pronunciamientos de la libertad que en Las Peñas, llegó como eco muy tardío de los que iniciaron la lucha libertaria, han producido una actitud social reactiva en la etnia de Samborondón, y tratan de justificar su ausencia en la historia americana, es decir, el no haber sido protagonistas de la misma, con la creación de fábulas y leyendas que transmiten como historia verdadera en la educación de la comunidad porteña, que los acepta sin beneficio de inventario, producto de la lamentable educación que las mismas clases de "élite" han impuesto a los más.
Estimado Juan
Gracias por su artículo y recordarnos a Buñuel y su película. Solo una reflexión, antes se hablaba de países que tenían algo llamado "burguesía nacionalista"... que con todas las taras, discriminaciones y explotación que las signa, suponían al menos un mínimo de "pensar en el país"... pero eso acá no se ha dado... viven enculando hacia miami, fagocitando sus propias posibilidades de crecimiento endógeno, invirtiendo y manteniendo aquí acá y crear fuentes de empleo aún bajo su lógica de mayor acumulación... acá no. Y los que hacen plata se amargan porque el "rancio abolengo" o las puertas del Club de la Unión no se les abren, a menos que echen a andar las estrategias: vasallaje, matrimonio, sociedad accionaria o funciones relevantes... pero siempre habrá quien les recuerde que son advenedizos y por tanto siempre subalternos. Y eso les hace más peligrosos.