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Rubén Darío Buitrón: Asesinato de imagen

rubendariobuitron¿Asesinato de imagen? El ex Ministro, antes de abandonar su cargo, se declaró víctima en un proceso que, según él, “se llama asesinato de imagen y es parte de la comunicación moderna”.

Se nota que el ex Ministro conoce de filología y lingüística. Y que, también, conoce cómo se ejecutan en el terreno ese tipo de categorías semánticas. Y que, además, en el despacho desde donde ejercía sus funciones seguramente manejaba con soltura ese tipo de mecanismos.

Asesinar una imagen es una herramienta que se basa en estrategias diseñadas para golpear la reputación de una institución, un funcionario o un ciudadano.

En las campañas electorales, donde los valores morales solo sirven para la demagogia, aquella estrategia suele funcionar muy bien: en tanto se desprestigia al adversario suben los bonos de quien, desde la sombra, auspicia el descrédito y la descalificación.

¿Es posible asesinar una imagen desde los medios de comunicación? Sí, lo es. Si los periodistas no trabajamos bajo el rigor de la ética, el respeto y el apego a los principios filosóficos y democráticos, una imagen puede quedar enterrada para siempre.

Pero esa ofensiva comunicacional no solamente se puede ejecutar desde la prensa. Un líder también puede hacerlo, y con mayor eficacia si se trata de un político o un régimen con altos niveles de credibilidad.

El Gobierno del presidente Rafael Correa ha intentado ser contundente en sus asesinatos de imagen. Con el apoyo de una millonaria y sistemática campaña que incluye una omnipresencia múltiple y permanente en todos los espacios mediáticos, ha venido liquidando uno por uno a quienes, según esa estrategia, obstaculizaban o bloqueaban su proyecto de posicionamiento.

Aquellas tácticas -es fácil descifrarlas- se basan en dos etapas: la primera, golpear intensamente la reputación y la credibilidad del adversario; la segunda, posicionarse en el imaginario social como la única alternativa para cambiar una realidad oprobiosa e injusta de la cual, presuntamente, son cómplices todos aquellos a los que se fustiga, ataca y, finalmente, liquida. No hay matices: la clave es generalizar.

Las técnicas más sofisticadas para asesinar imágenes suelen tener objetivos que desbordan la coyuntura. Por eso, el resultado más rotundo se obtiene cuando se borra de la escena pública a todas aquellas personas, funcionarios o instituciones que impidan consolidar un proyecto específico donde otras personas, funcionarios o instituciones pretenden sacar ventaja de la ausencia de la imagen asesinada.

“Con la vara que mides serás medido”, solían repetir los abuelos para guiar nuestra conducta y nuestros principios. Y esa forma de medir se aplica tanto en la vida como en la política.

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