La prensa y la política se parecen, caminan de la mano, se alimentan mutuamente, se atraen y repelen, se necesitan y repudian.
En la América Latina de hoy, prensa y política son poderes en distinta perspectiva o, a veces, en la misma. Las dos se perpetúan retroalimentándose y produciendo más poder.
La prensa y la política se parecen en sus objetivos , estructuras e intencionalidades: en su ejercicio estratégico se vuelven autoridad, fuerza, liderazgo, visión de la vida, servicio público, acción discrecional en función del bien común, capacidad de producir cambios significativos o consolidar lo establecido…
La prensa y la política tienen influencia sobre las vidas, opciones y actos de los ciudadanos.
De cómo cada una asume su poder en la sociedad dependen la toma de decisiones individuales y colectivas, la convocatoria a la reflexión o el silenciamiento a la objeción, la construcción de escenarios para grandes deliberaciones democráticas o la materialización de un gigantesco aparato de uniformización ideológica.
El filósofo Max Weber decía que la modernidad “está amenazada por el creciente fenómeno de la concentración del poder”, y esa es la tendencia visible de ciertas formas de hacer prensa y de hacer política en la región.
Ambas están en manos de élites que nacen y se desarrollan en procedimientos legítimos que les dan fuerza e institucionalidad pero, como sostenía Paulo Freire, deben evitar, desde su propia ética, la capacidad de alojarse en la cabeza del individuo y hacerle creer que es natural lo que se le impone.
¿Hay diferencias específicas entre el ejercicio del periodismo y de la política? Lo relevante no es que existan esas diferencias, sino la manera en que se practican una y otra.
Como instancias de poder, periodismo y política tienen en sus manos destinos colectivos, pero su rol clave se mide por los fines que persiguen, los grupos a los que representan, los objetivos explícitos o implícitos sobre los cuales diseñan sus estrategias, la manera en que benefician o afectan a la gente.
¿Qué sentido tienen la obsesiva satanización de la prensa desde la política o la persistente demonización de la política desde la prensa? Ninguno que no sean la mezquindad, las intenciones ocultas, la lucha soterrada por mostrar quién manda.
Prensa y política tienen la obligación de servir a la sociedad y no a sí mismas. Ambas deben rendir cuentas y ser transparentes en el cumplimiento de sus roles.
Ambas tienen, en un ambiente de deliberación democrática, el poder de contribuir al desarrollo de la sociedad.
Ambas tienen, en un ambiente agresivo, fanatizado e intolerante, el poder de contribuir a la disolución de la sociedad.