El sí crítico y Saramago…
Sara Serrano Albuja
Escritora
Escritora
Hace unos años, en un escenario abierto de Quito, el Premio Nobel de Literatura, José Saramago, reflexionaba fraterno y sencillo sobre la libertad.
La definía como algo no absoluto pues está circunscrita, paradójicamente, a un contexto. Somos libres pero nacemos en una época, y eso determina, relativamente, el ejercicio de nuestra libertad. Claro, una cosa era luchar por la libertad a lomo de caballo como Manuela Sáenz y, otra, luchar contra la publicidad oficial que abruma como un caballo de Troya.
Al responder las preguntas de por qué las sociedades se obnubilan tanto con los regímenes cuando estos tienen un perfil autoritario como ha ocurrido en muchos países y en distintas épocas, Saramago dijo algo sabio. El problema, según su pensar, radica en que ser libres cuesta trabajo, ética y responsabilidad, y eso causa miedo a algunos. Los individuos tienen miedo a ser libres en la política porque es más cómodo que alguien tome las decisiones por ellos.
Entonces pensé en lo que significa el riesgo de delegar absolutamente el poder. A algunos les resulta más fácil que alguien les conduzca, que alguien les dicte las líneas tácticas y estratégicas, que, como diríamos andinamente, “les dé pensando y les dé haciendo”. No solo se es líder o se es obediente. La democracia es más horizontalidad que verticalidad.
Las sociedades que divinizaron a sus mandatarios carismáticos se convirtieron en cómplices de los excesos y prácticas políticas que lesionaron el diálogo y el poder transformador de la ciudadanía.
La multitud regaló, a veces ingenuamente, el poder y tuvo miedo a cuestionar, hablar en voz alta, participar y corregir errores. La gente que ama la libertad debería ser la más democrática y pluralista, en esta perspectiva, el sí crítico del pasado 28 de septiembre, debe mantenerse como un norte ético, un ejercicio diario de acompañamiento ciudadano a los aciertos del poder y de crítica ciudadana a los actos cuestionables.
Estar por los cambios históricos no es abandonar la vigilancia y tampoco es recibir el castigo marginador o anatemas de traición por no aplaudirlo todo de manera sumisa.
El sí crítico debe, ahora, pasar al debate, la organización y constituirse en poder legítimo con voz propia.
Por ejemplo, imagino a Alberto Acosta como alcalde de Quito, haciendo posible para mi ciudad algunos de nuestros sueños ganados en las luchas históricas de larga data libertaria.
A quienes propugnan en temas políticos públicos la “crítica hacia adentro”, lo cual, dicho sea de paso, nunca se lo hubiéramos permitido como argumento a la partidocracia, les puede quedar corta la visión ante el verdadero poder ciudadano vigilante y hacedor que construye el futuro.
Qué oportuna es, en esta coyuntura, la película “Ceguera”, basada en la novela del mismo Saramago. La metáfora nos conmina a que nunca despreciemos los matices y diferencias, nos invita a que no tengamos miedo a ser críticos responsables y libres, y nos reta a que no deleguemos un proyecto histórico que nos pertenece a todos los ciudadanos, y no solamente a un partido.
Estoy completamente de acuerdo con Sara Serrano creo que es hora de organizarnos los que creemos en el SI CRÍTICO puesto quer el proyecto nos pertenece. En el tema cultural estamos asistiendo a una polítyica clientelar que favorece a los mismos grupos de siempre, El haber derrochado miles y miles de dolares en proyectos que no obedecen a objetivos claros como país implican que no hay POLITICAS CULTURALES, el Ministerio de Cultura navega entre el clientelismo y el show, cuando era uno de los llamados a desarrollar políticas públicas de interculturalidad y de apoyar a las culturas juveniles pero no con el espectáculo sino con el fomento , en fin hay que actuar
Eduardo Puente Hernández