Alfredo Vera.- Quito, Septiembre 23, 2008.-
Hasta los oligárquicos pájaros agoreros del desastre admiten que el SI alcanzará una victoria inobjetable que pondrá al Ecuador en el camino de la Revolución Ciudadana.
Lo correcto, si tuvieran, por ética y por el mayor de los sentidos: el común, fuese que los adversarios se aprestaran a terminar sus días en medio de una serena, tranquila, sosegada y dulce agonía.
Lo civilizado y lo democrático es allanarse con resignación y tolerancia a la derrota, sin desatar la soberbia, ni permitir que las poses histéricas los hagan caer en el más oprobioso ridículo.
Los derechosos opositores a la Revolución Ciudadana hicieron hasta lo imposible para tratar de impedir el deceso de su causa usando todas las armas, desde la pesada artillería de algunos de los obispos predicando campalmente, sin argumentos y con falsedades, contra la nueva Constitución, anunciando el Apocalipsis hasta las rabietas de los retoños de los pelucones provocadores en la Universidad Católica de Guayaquil y las amenazas del líder cantonal, Nebot (el recordado por el lleve de la Perimetral) y el show mediático de Roldós que revela su verdadera identidad política, todo lo cual fue cayendo de fracaso en fracaso.
Dio ternura ver al pequeño Carlos Vera autorganizándose un sentimental homenaje alcurnioso, para reunir a la peluconada en un prestigioso y lujoso espacio, en un tardío manotón, típico reconocimiento póstumo, recibiendo la extrema unción pera el Comité Central de los derrotados, en cuya primera línea constan los otros pequeños Jorge Ortiz y Emilio Palacio y ese costal de amargura rencorosa, Alfredo Pinoargote.
Las peregrinaciones, las catequesis, las vulgaridades por Internet, los exorcismos, las brujerías, las encuestas falsetas y todas esas malas prácticas politiqueras, se convirtieron en simples pompas de jabón porque la chusmática plebe, el verdadero pueblo ciudadano, hace fuuu que escogió su camino, conducido por si líder Correa, para construir un sueño, como el que vaticinó el Ché Guevara, cuando dijo un célebre pensamiento, que hoy se vuelve más auténtico que nunca:
“Y si dijera que somos casi unos románticos, que somos unos idealistas insistentes, que estaremos pensando en cosas imposibles: nosotros les tenemos que contestar una y mil veces que sí, que sí se puede.”