15
Dic

¿Fe, o poderes extraordinarios?

Por Luis Alberto Mendieta

Hay mucha tela que cortar acerca de la fe, y más aún si se trata de opinar respecto a iconos específicos de religiones como la católica, cuyo antecedente histórico luce más bien poco halagüeño desde su misma fundación. ¿El icono? La virgen de Guadalupe, y la religión el credo cada día más discutible, por causa de los tiempos y la fama que la precede.

Por un lado, está el hecho de que la mayoría de fieles más acérrimos desconoce los complejos intereses que han provocado guerras, paz, muerte, destrucción, a conveniencia de la autoridad eclesiástica de turno y los intereses diversos ocultos detrás de ella.

En realidad, al feligrés de a pie, persona humilde y con escasa formación cultural, poco le importa el pasado, sólo le interesan sus propios problemas y entiende que muchos de ellos sólo podrían resolverse gracias a la fe, por la firme convicción de que alguien sobrehumano resolverá sus contrariedades, a falta de una autoridad de carne y huesos que abogue por él, tal como en su infancia ocurría con su padre, su madre, o la persona adulta que lo crió.



Lo curioso es que ha habido ocasiones en las que ocurren cosas ‘inexplicables’; aquello que los fieles llaman ‘milagros’, que podrían clasificarse desde un punto de vista científico como simples coincidencias, o hasta burdas mentiras de la gente por adquirir notoriedad. Pero también hay casos que sencillamente no han podido explicarse a ciencia cierta por medios científicos. En esas ocasiones, sólo se puede asumir que es el poder de la fe el causante del prodigio, sea cual fuese. Y mientras más gente hay involucrada en el ‘milagro’, más espectacularidad y fama adquiere. He aquí algunos ejemplos:


En el año 1629 hubo una temporada de lluvias excesivas en Ciudad de México, de tal modo que varios diques cedieron y la ciudad se vio inundada. En esas circunstancias, el arzobispo Mauro y Zúñiga ordenó que se trasladara la imagen a la capital, y que esta no regresara hasta que la calamidad terminase. Se conoce que las aguas no tardaron mucho en bajar su caudal.

Las procesiones son un ejemplo muy interesante de fe materializada en hechos sorprendentes, gracias al poder de la mente humana, multiplicada por la búsqueda común (en lo más ignoto del subconsciente) de soluciones a un problema que atañe a toda su comunidad.

Existen cientos de casos de devotos que afirman haber recibido la salud al visitar el santuario de la virgen de Guadalupe, a tal punto que muchos han dejado allí sus muletas o la impedimenta con la que entraron.

Finalmente está el asunto excepcional de su aparente origen, por eso precisamente lo de ‘negra’, similar al de sus devotos, confundidos aún por el prejuicio y la incertidumbre respecto a la validez de su propio linaje.

Muchos devotos, al preguntárseles, afirmarán convencidos íntimamente, que el objeto de su devoción fue la causa del arreglo de sus problemas. Entonces viene la cuestión insoslayable:

¿Dónde termina la fe y empieza el todavía desconocido poder de la mente humana? Aún se necesitará mucho tiempo, antes de que la ciencia pueda contestar categóricamente a esta pregunta. Mientras tanto, la fe continuará obrando milagros…

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