30
Nov

Ajedrez político (Humor)

Por Luis Alberto Mendieta

Frustrado por haber perdido cinco partidas de ajedrez seguidas ante la miserable computadora, incapaz de regalarme aunque sea un peoncito, o equivocarse al mover el alfil o cualquier otra pieza, me dediqué a buscar estrategias de ajedrez en el Google, para tomar venganza.

Lo primero que encontré parecía escrito por algún futbolista brasileño, porque habló largo, pensé que le entendía clarito, pero al final si alguien me preguntaba ¿qué dijo? hacía tremendo papelón.

Luego me encontré con un artículo desvergonzadamente maquiavélico, en el que, entre otras perlas de sabiduría, se animaba al jugador a usar “estrategias” como:

“Róbale los peones al oponente cuando vaya en busca de agua. (REQUISITO: Finge que te desvaneces y pide agua en un hilo de voz) Pero ¡ojo!, roba con categoría: sólo una o dos piezas, para que no se de cuenta, y mirando lo que haces, que si le robas la reina quedarás como un idiota, porque lo notará inmediatamente.”

“Si notas con ira que te vas quedando sin piezas y tu contendor resultó demasiado avispado para tu nivel, no te enojes, actúa como una persona adulta: simplemente estornúdale en la cara, y cuando te levantes para pedir disculpas y secarle con el pañuelo, tumba las fichas “por accidente”. Si resulta que la mesa es firme y el tablero sigue en pie, no vayas a desanimarte: siempre puedes fingir un repentino ataque de epilepsia y con ágil gambeta, patea como por casualidad el tablero antes de darte el revolcón en el piso. No recomendado para gordit@s.”

“El recurso de manotear las fichas es demasiado vulgar y poco recomendable: sólo conseguirías que se te rían y te traten de infantil, etc.”

“En cuanto hayas ganado gracias a estos sabios consejos, búrlate del vencido, humíllalo por su derrota: aúlla mientras giras a su alrededor y tírale las fichas que hayan quedado en pie, párate sobre la mesa y baila música disco (cuidando de que la mesa no sea patoja). ¡Al diablo lo que piense de ti! ¿No es ganar lo que cuenta? Es una catarsis fabulosa: ¡te lo garantizo!”

Aunque estos “tips” son absolutamente inútiles contra la computadora y tuve que resignarme a ser vencido por un armatoste inanimado, me puse a pensar que los consejos del ajedrecista consultado en Internet calzan como guante en las “estrategias” que usan nuestros políticos a diario; todos, o casi todos, para ser optimista, siguen la misma senda, los mismos secretitos sugeridos por los viejos dinosaurios. ¿Hasta cuándo? Humana condición la nuestra…

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2
Mar

Juan Paz y Miño: Imaginación sociológica

pazymino“La imaginación sociológica” de C. Wright Mills (1961) es un viejo libro para estudios políticos. Se refiere a las capacidades para analizar las informaciones, desarrollar razones, comprender el escenario histórico. En el Ecuador, la “imaginación sociológica” parece que funciona al revés. Porque sorprende lo que se escucha y lee de aquellos académicos que parecen dejar atrás precisamente las consideraciones históricas.

Desde la década de los sesenta del pasado siglo, la ciencia social comenzó a tomar un auge inusitado en América Latina, y durante los setenta, hasta bien entrados los ochenta, lo que se producía en la región pasó a ser un referente mundial. Esa enorme literatura trató temas como los que inquietan al presente.

Desde luego, los contextos han variado. Pero hay ciertas bases teóricas que perduran, enriquecidas con lo contemporáneo. No se puede etiquetar como “populismo” a cualquier política que refuerza el papel del Estado, promueve el gasto social, orienta la economía con sentido popular, etc. El “populismo” solo explica un tipo de discurso y una forma de hacer la política. Nada más. Asombra que el concepto sea utilizado para análisis descontextualizados. Es comprensible su uso indiscriminado entre ciertos opinadores de radio, articulistas o revistas de “vanguardia”. En igual línea entra toda esa cantaleta sobre el “caudillismo”, el “neo-velasquismo” o el “líder carismático”, etc. y últimamente ese “análisis” tan “imaginativo” sobre la existencia de una especie de encantamiento, de hipnotismo colectivo, de mágica adherencia popular a un proyecto que dizque hace aguas. En esas líneas se critica a una “izquierda” que se la supone en el pasado, sin más. ¿Dónde está el análisis sobre el poder y las fuerzas en torno a él? ¿Cómo puede omitirse lo de fondo por privilegiar simplemente los fenómenos políticos de la superficie?

Hay sensibles errores gubernamentales. Desencantan. Pero decir que hay un “proyecto autoritario” en marcha resulta más que imaginativo. Porque las comparaciones se hacen sobre realidades históricas y no sobre ideales o supuestos. Y en Ecuador, desde 1979, lo de “autoritario” solo calza al gobierno de León Febres Cordero (1984-1988) y no ha habido repetición. Decir que se “destruye” la institucionalidad del Estado es no comprender que ello ocurrió durante los últimos veinticinco años neoliberales. Acusar a una democracia “sin partidos”, con control de “todas” las funciones, etc. es construir un objeto ideal y retórico, bueno para la oposición política, pero que no explica la realidad histórica del Ecuador.

Si se examina lo que la derecha política decía sobre el proceso de retorno al orden constitucional, sobre la Nueva Constitución y sobre el binomio Roldós-Hurtado cuando se inició la democracia ecuatoriana en 1979, se verá que, con lenguaje más “académico”, lo mismo se vuelve a repetir hoy. Y lo peor es que se institucionaliza como una politología a-histórica de derecha. Mucho tiempo ha pasado desde que el célebre Agustín Cueva criticó esa sociología meramente “institucional”.

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